Andalucía
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La violencia contra la mujer no se limita a la violencia política, también la violencia sexual forma parte de esa especial forma de opresión.

Sucedió el 25 de noviembre de 1960. Hace cinco décadas y siete años. Minerva tenía 26 años. Patria, 30. María Teresa, 36. Entre las tres, cinco hijos. El asesinato en Republica Dominicana de las hermanas Mirabal (llamadas las mariposas) por orden del dictador Trujillo dio fecha al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Pero la violencia contra la mujer no se limita a la violencia política, también la violencia sexual forma parte de esa especial forma de opresión. Sufrir una violación es algo que ninguna mujer debería vivir. Pero el trauma no acaba aquí. Continúa cuando los prejuicios, los estereotipos y la violencia institucional se ceba con ellas. Un camino lleno de piedras en el que al final, son las víctimas las que son tratadas como culpables.
Nuestra sociedad durante muchos años ha visto la violencia sexual como algo habitual permitiendo que los abusos y las agresiones a las mujeres quedaran impunes. Miles de mujeres y niñas sufren violencia sexual y, además, tienen que enfrentarse a un camino lleno de obstáculos. El interrogatorio sobre la ropa que llevaba, sobre que hacía en la calle a aquella hora, que le digan: “no importa, márchate, eso no es nada” o que, jueces y fiscales, traten a las agredidas como agresoras. Su palabra es cuestionada, y son ellas las juzgadas y no los violadores.
Las violaciones se transforman también en una cruel arma de guerras como ocurrió en los Balcanes u ocurre en África en la actualidad. Con ellas se rompen estructuras sociales hiriendo de muerte a etnias enteras y atacando a los sectores más vulnerables sin ninguna misericordia.

Desde Amnistía Internacional creemos que fallamos de manera alarmante como sociedad, cuando a las víctimas de violencia sexual, se las trata como acusadas, y cuando la noticia es si su relato es veraz o no. La violencia sexual, incluida la violación, es una grave violación de derechos humanos y una de las manifestaciones más extendidas de la violencia contra las mujeres y niñas, basada en la discriminación por motivos de género. Pedimos que se revisen estos delitos en el Código Penal para asegurar que el elemento definidor de la violencia sexual, incluida la violación, sea la protección de la autonomía sexual y el consentimiento libremente otorgado.

En España, las mujeres que se atreven a denunciar la violencia sexual se enfrentan, además de a la propia agresión, a un duro y largo camino marcado por la violencia institucional en todas las etapas lo que les provoca una fuerte victimización secundaria. La obligación del estado es garantizar a la victima una asistencia policial, sanitaria y judicial libre de estereotipos y prejuicios, que sea un apoyo para las mujeres objeto de violencia sexual. Y esa asistencia debe ser independiente de la actitud de la mujer a la hora de denunciar. Lo importante es si es víctima, no si denuncia o no.

La violencia sexual es, sin duda, una forma de violencia de género pero, en muchos casos, no tiene los recursos de protección que nuestra sociedad ha construido para luchar contra las formas de violencia de género incardinadas en la violencia domestica. De hecho no se incluye como tales en la llamada Ley integral contra la violencia de género. Las victimas terminan desamparadas, señaladas, maltratadas una vez más. Por ello, en este 25 de noviembre vamos a hacer algo más que recordar el asesinato de unas luchadoras. Vamos a eliminar todas las piedras para que el camino de la mujer agredida sea fácil y los individuos que las agreden paguen sus cuentas. Ese es nuestro reto.

Cristóbal Fábrega Ruiz, coordinador del grupo local de Jaén de Amnistía Internacional.

Publicado en Diario Jaén el 25 de noviembre de 2018