Andalucía
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Alfamir es un caso más de madre que pide justicia por la muerte de su hijo, otro “falso positivo” como el hijo de María Esperanza Ramírez, como los hijos de las madres de Soacha, como tantos jóvenes campesinos asesinados para hacer propaganda del éxito de la lucha contra la guerrilla.

En Andalucía las colombianas no son sólo un palo del flamenco, no es solo un cante de ida y vuelta. Hay algunas colombianas, y colombianos, de ida y vuelta, que están aquí y se irán pronto, o estuvieron y se fueron, y que han tenido que lanzar en su vida muchos quejidos hondos, profundos, desgarradores como nuestros más tristes palos del cante jondo.

Me refiero a personas que, desde hace ya bastantes años venimos conociendo, que vienen de aquel país y pasan un tiempo con nosotros.

Se trata de gente como Mario de Jesús Cardona, un sindicalista colombiano que pasó un tiempo en Cádiz, acogido por el grupo local de Amnistía Internacional Bahía de Cádiz; o de Doris Valenzuela, a la que en Colombia mataron dos hijos y acabó siendo asesinada en Murcia por su marido; o del líder campesino José Ricaurte, reclamante de tierra que tuvimos la ocasión de conocer en Jaén en el año 2016; o de María Esperanza Ramírez que, con su hijo Santiago, llegó a España huyendo de una muerte casi segura por exigir justicia por la muerte de su hijo, uno de los llamados “falsos positivos”, campesinos asesinados y vestidos como guerrilleros para hacerlos pasar por tales. Tuvimos la ocasión de coincidir con ella más de una vez. También, ya mucho más recientemente, el joven Gustavo Pedraza que vino a Málaga con su madre para seguir reclamando justicia por el asesinato de su hermano Carlos, estuvo acogido por el grupo local de Málaga y hoy sigue allí, estudiando en la universidad, como deben estar los jóvenes.

 Todos estos colombianos tienen algo en común, todos han estado aquí en nuestro país acogidos por el programa de acogida de defensores de derechos humanos en peligro, de Amnistía Internacional.

Y viéndolos aquí, cuando oímos su historia, sabemos por qué somos necesarios. Pero también hay quien viéndolos aquí, sonriendo a veces en una vida algo más fácil, duda de que realmente corran peligro. Pero no es así. Ellos vienen y, cuando el peligro parece haber pasado un poco, vuelven. Y vuelven a temer por su vida día a día.

El pasado día 11 de enero, hace tan solo una semana, conocimos el atentado contra Alfamir Castillo Bermúdez, otra de esas colombianas de ida y vuelta. A Alfamir la conocimos hace unos 3 años, cuando estaba aquí, acogida por el grupo local de Jaén.

Alfamir es un caso más de madre que pide justicia por la muerte de su hijo, otro “falso positivo” como el hijo de María Esperanza Ramírez, como los hijos de las madres de Soacha, como tantos jóvenes campesinos asesinados para hacer propaganda del éxito de la lucha contra la guerrilla. Su hijo fue asesinado en 2008 y ella empezó a reclamar justicia. En 2012 empezó a recibir amenazas de muerte cada vez más creíbles y en 2015 vino a España acogida por el grupo de Jaén para alejarla del peligro y para que siguiera luchando por los derechos humanos sin miedo.

Afortunadamente, a la vuelta a Colombia, conocido ya su caso después de que Amnistía Internacional se interesara por él y la acogiera, le pusieron escolta y el pasado día 11 las tres balas que le dispararon desde una moto, no pudieron atravesar el coche blindado de su escolta y Alfamir sigue viva y seguirá luchando para que se haga justicia.

Nosotros luchamos por los derechos de todas las personas en todos los países, pero cuando conocemos atentados como éste, contra personas que hemos conocido, que nos han acompañado, que han compartido con nosotros su historia, que han comido con nosotros, que nos han regalado un tiempo de su vida, no podemos quedarnos en silencio. Tenemos que recordar, con más fuerza aún, su caso; y aumentar nuestros esfuerzos para que algún día, aquí o en Colombia, o en cualquier otro país, nadie nos necesite.

Nuestros amigos de ida y vuelta no han sido solo colombianos, los ha habido también de Egipto, de Liberia, de Honduras, de México, y de otros muchos países. Pero han sido tantos los colombianos que siempre que intentamos recordarlos nos viene a la mente este país.

Ojalá algún día, con la ayuda de todos, consigamos que las únicas colombianas de ida y vuelta conocidas en Andalucía sean esos cantes de ida y vuelta que creó Pepe Marchena hace ya casi 100 años.

Juan Francisco Villar Caño activista del Equipo de Medios de Comunicación de Amnistía Internacional Andalucía.

Publicado en lavozdelsur.es el 20 de enero de 2019

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