Andalucía
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Escrito por Kamelia Temsamani, activista de Amnistía Internacional Jaén, en Diario Jaén el 26 de enero de 2020

Es extremadamente preocupante que en un mundo en el que la libertad individual es sumamente importante se pueda permitir que en la región de Xinjiang en el noroeste de China se esté deteniendo, maltratando, asesinando, torturando y violando los derechos de cerca de 3 millones de ciudadanos sobre una población de alrededor de 10 millones. Unas cifras escalofriantes afirmadas por un funcionario del Departamento de Estado estadounidense. Pues, según éste, “uigures, kazajos y otros miembros de minorías islámicas son sometidos a condiciones inhumanas, donde se los reeduca para convertirlos en ‘ciudadanos chinos’”.

Unos centros que las autoridades chinas afirman ser centros de “formación profesional” en los cuales se previene el extremismo y la radicalización mediante la enseñanza del mandarín y de competencias profesionales. Unas afirmaciones que la Comunidad Internacional no acaba de creerse y, por ello, el mes pasado la Cámara de Representantes de Estados Unidos “apoyó un proyecto de ley que llama a imponer sanciones contra altos responsables chinos de Xinjiang”.

Estamos hablando de unos ciudadanos que son arrestados para ser interrogados y que, según un reportaje de Reuters “son torturados durante los interrogatorios en los campamentos, forzados a vivir en celdas abarrotadas donde no tienen espacio ni para dormir y son sometidos a un brutal régimen diario de adoctrinamiento que llevó al suicidio a algunas personas”.

Además de todo lo citado anteriormente, es imprescindible aludir a la veintena de mezquitas que han sido demolidas en los últimos dos años en esta región. Esta campaña de lucha contra el Islam data de hace dos años ya y, hoy en día, al fin, esta expedición contra los musulmanes ha salido a la luz.

Prohibir una práctica religiosa en una región va en contra de absolutamente todos los fundamentos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, unos derechos que –como siempre afirmo en mis artículos- son inalienables en todo el planeta. Por lo tanto, esta opresión sufrida por las minorías musulmanas (tengamos en cuenta que el islamismo supone el 1% en China) con el fin de abolir el extremismo en el país es una situación altamente peligrosa y que hay que erradicar definitivamente.

Ante todo esto, la Unión Europea ha reaccionado -como es de esperar- expresando su refutación hacia la existencia de estos campos de concentración instando a Pekín a respetar los Derechos Humanos. Unas afirmaciones ante las cuales el Gobierno de Pekín reconoce que estos campos existen pero afirma que “no son lugares de detención sino de ‘reeducación’ para combatir el extremismo y que el ingreso en ellos es voluntario”.

Finalmente, parece indiscutible que el extremismo en todas sus formas renace y prevalece en muchas sociedades de todo el mundo. Mientras los gobiernos de los países democráticos permanezcan en silencio ante tal horror, veremos en los próximos años otras formas de pisotear los Derechos Humanos. ¡Actuar! ¡Denunciar! ¡Luchar! Todas estas ideologías oscurantistas no son ninguna de las formas más seguras de crear un futuro mejor para los humanos.
De todos modos, somos todos responsables ante tanto terror porque como bien dijo el gran Albert Einstein: “el mundo no será destruido por las personas que hacen el mal sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.
¡Es hora de tomar medidas serias! ¿No es así?