Castilla y León
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Una voluntaria ayudando a una niña a ponerse el chaleco salvavidas en el Aquarius

Día del Refugiado: en busca de una vida mejor

El 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado. Son miles de personas las que cada año abandonan sus países en busca de una vida mejor. Algunos de estos sueños mueren en el mar Mediterráneo.

Cierra los ojos e imagina que eres homosexual o transexual y no puedes amar o sentirte libre en tu país. Imagina que tu ciudad vive un conflicto armado y no puedes asegurar la seguridad de tus seres queridos ni la tuya propia. Imagina que día tras día no tienes para comer. Imagina que tu país te oprime por el mero hecho de ser mujer o que temes por tu integridad física y la de tu familia por tener una ideología diferente a la del Gobierno de tu país. Esta es la historia de miles de personas que cada día huyen de sus países por diversas razones. Personas como tú y como yo.

¿Por qué huyen de sus países?

Hay quien huyen por un conflicto armado en su país, donde los bombardeos y la violencia irrumpe cada día su vida. Hay personas que, sin embargo, inmigran por la pobreza, debido a situaciones económicas muy precarias por las que apenas tiene comida que llevarse a la boca. Mientras que hay quienes escapan porque en su lugar de origen no se les acepta tal y como son, ya sea por su religión, raza, ideales políticos, orientación sexual o género, entre otras muchas causas.

Son múltiples los motivos por los que una persona decide irse de su país y emprender su vida de cero en otro lugar. Pero todas comparten un mismo sentimiento: no se sienten seguras en sus países, huyen por supervivencia.

Una decisión difícil, que conlleva un acto de valentía y coraje.

Migrantes en la frontera entre Grecia y Turquía, 1 de marzo de 2020, © Arif Hudaverdi Yaman/Anadolu Agency via Getty Images

¿Cómo es el viaje hacia este nuevo destino?

Todas estas personas llenan su maleta de sueños, ilusiones y esperanzas depositadas en su nuevo destino. Pero, desgraciadamente, muchas de ellas no llegan a cumplir estos sueños. Son miles las vidas que se han perdido en el mar Mediterráneo en busca de ese «futuro mejor». Quienes logran llegar a la orilla no lo tiene fácil. Muchos son destinados a campos de refugiados, donde la vida diaria está llena de complicaciones. Algunos lo han perdido todo, se sienten solos y desamparados.

Dos bebés durmiendo en el Open Arms.

Algunos colectivos son más vulnerables que otros ante esta situación. Las mujeres y los niños se enfrentan al doble de problemas y adversidades, corren el riesgo de sufrir violencia o violaciones. Pero entre tanto caos, la solidad y el apoyo mutuo les devuelve a estas personas las ganas de continuar luchando. Yvette es el nombre ficticio de una de las refugiadas del campo de en Moria. Es procedente de Camerún. En su estancia en el campo, Yvette cedía su cama a las mujeres embarazadas. “Soy madre y comprendo sus dificultades. Me imagino lo duro que debe de ser estar en embarazada en Moria”, le contaba esta refugiada a Yara Boff, directora de medios de comunicación de Amnistía Internacional Países Bajos. Amina, también refugiada en Moria, confesaba que no hubiera soportado tanto sufrimiento sin las amistades que construyó en aquel lugar.

Yvette cedía su cama a las mujeres embarazadas en el campo de refugiados de Moria (Grecia).

¿Qué ocurre cuando llegan a su destino?

Si, finalmente, estas personas consiguen llegar a su nuevo lugar. Su recibimiento, en algunos casos, es amargo. Se enfrentan comentarios y situaciones racistas basados en estereotipos falsos que dificultan aún más su situación. Los prejuicios como “Los inmigrantes nada más vienen a quitarnos el trabajo”, hacen que la adaptación al mundo laboral sea más complicada de lo habitual. Diversos informes desmienten este bulo como lo hace el último realizado por el Defensor del Pueblo, que destaca los beneficios de la migración a nivel económico y social y señala que la población extranjera resulta fundamental para el crecimiento económico del país.

El rechazo también puede proceder por su cultura o su propia identidad. «Yo no soy racista, pero…». Es otro de los discursos que llevan incrustada la discriminación. Esto hace que la nueva vida que estas personas intentan construir lejos de sus países de origen sea aún más complicada de llevar.

Así que ahora, “imagina que no hay países”, “nada por lo que matar o morir, ni religiones tampoco. Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz. Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único”. Ayudemos a construir un futuro mejor para estas personas.