TAL VEZ EL VIRUS NOS DEJE ALGO BUENO. UN MUNDO SANO Y MÁS HUMANO
TAL VEZ EL VIRUS NOS DEJE ALGO BUENO. UN MUNDO SANO Y MÁS HUMANO Estamos viviendo un momento histórico. Los padres de muchos de nosotros conocieron la guerra y la posguerra, pero ni siquiera los sexagenarios han conocido una situación como la que nos está tocando vivir, llena de dudas, sin certezas, intentando cotejar mensajes […]
TAL VEZ EL VIRUS NOS DEJE ALGO BUENO. UN MUNDO SANO Y MÁS HUMANO
Estamos viviendo un momento histórico.
Los padres de muchos de nosotros conocieron la guerra y la posguerra, pero ni siquiera los sexagenarios han conocido una situación como la que nos está tocando vivir, llena de dudas, sin certezas, intentando cotejar mensajes de los científicos, situación que lleva a mirar con recelo a cualquier persona con la que nos cruzamos en nuestras salidas a la calle solo por motivo de necesidad. ¿Qué ha sido de la relación interpersonal a la que estábamos acostumbrados? El apretón de manos, el cálido abrazo, los dos besos …
¿Cuándo podremos recobrar esa relación? ¿Cambiará para siempre?
Estando – seamos realistas – solamente al principio de este retiro forzoso seguro que en muchas familias se producen ya situaciones tensas: demasiada cercanía, cambios radicales en nuestras costumbres cotidianas. Y donde el estado de ánimo se torna angustioso es en aquellas familias en las que se ha perdido el trabajo de la noche a la mañana. Hace tan poco tiempo que veíamos el avance imparable del virus en China como algo ajeno a nosotros. Ni siquiera nos asustamos como era lo lógico cuando el mismo avance se producía en la cercana Italia, ¡qué imprudentes! Nuestros gobernantes – en todos los países – por el miedo a perder posiciones han posibilitado que el virus las tome.
Y mientras que la gente en Valencia comía buñuelos en la calle mirando cómo empezaban a montarse las fallas se preparaba el mayor cambio global de vida que hubiéramos podido imaginar. ¿Por qué no detuvieron la actividad? ¿Quién se cree que los científicos no sabían que el virus se nos iba a comer vivos? En todo caso, no les escucharon.
Y en medio de esta pandemia que nos obsesiona noche y día, ¿quién se acuerda ahora de quienes viven siempre en una situación de precariedad absoluta? Si antes la información sobre estas personas y colectivos no batía récords, en estos momentos se pierde en la reiteración de noticias y bulos sobre el virus.
Pero esas personas ahí siguen, con sus tragedias acrecentadas por la hecatombe sanitaria y económica.
Y, en medio de este “sálvese quien pueda”, emociona encontrar gente que sigue con sus tareas de ayuda a las personas necesitadas, organizando bolsas de comida en los centros donde ya no se puede tener abiertos los comedores sociales, emociona leer letreros en los patios ofreciéndose para ayudar a los vecinos vulnerables, la apertura de sitios web de consulta médica gratuita … Y les aplaudimos como lo hacemos al personal sanitario que pone todo su esfuerzo en salvarnos, a los policías y militares que están ahí para lo que les pidan, al personal de los establecimientos que siguen abiertos, al personal de limpieza, a los repartidores … , sin cuyo esfuerzo no podríamos subsistir.
Tal vez, tras esta dolorosa revolución, se produzca una evolución hacia otra manera de contemplar lo que realmente importa y olvidemos nuestras pequeñas neuras y miserias cotidianas, y comprendamos que antes, sin el virus por medio, no nos dábamos cuenta de lo que realmente importa. Y sobre todo, recordemos que, en estos momentos de angustia y de incertidumbre, ni las nacionalidades ni la raza ni el género ni el sexo pueden importar porque “Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde”[1], cuando el peligro aprieta y ya solo importa recobrar lo que teníamos y que no apreciábamos como deberíamos. Y recordemos que muchos habrán tenido la suerte de salir indemnes por estar más protegidos mientras que otros, por su vulnerabilidad, nos habrán abandonado o se habrá acrecentado su desgracia. A esas personas, precisamente, no hay que olvidar.
Tal vez, después, cuando nos digan que podemos empezar a retomar nuestras antiguas vidas, nos interesemos un poco por los que sí tienen una miseria que vivir, cada día, una miseria por pobreza extrema, por persecuciones políticas o simplemente por haber expresado sus ideas.
Tal vez ocurra y tal vez este virus nos haya traído algo bueno.
EQUIPO COMUNICACIÓN COMUNIDAD VALENCIANA
Emma Sopeña Balordi
Enlaces consultados 21/3/20
https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/noticias/noticia/articulo/amnistia-internacional-presenta-un-decalogo-de-derechos-humanos-para-afrontar-la-pandemia/
https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/queremos-un-mundo-sano-sin-dejar-de-ser-por-ello-un-mundo-mas-humano/
https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/siete-maneras-en-que-el-coronavirus-afecta-a-los-derechos-humanos/
https://www.es.amnesty.org/especial-coronavirus/?fbclid=IwAR2fLK89RQqV088KtZ2EwBv-kn6vvtRv_mh0I3RwLIUQKA7oP8bTLzpd49U
[1] Jaime Gil de Biedma, “No volveré a ser joven”.