CULTURA DE LA CANCELACIÓN Y DERECHOS HUMANOS (I)
Muy relacionada con la libertad de expresión[1], un derecho fundamental recogido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aparece la “cultura de la cancelación”. Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a este término? La cancelación es retirar el apoyo, incluso lograr consecuencias negativas para una persona o grupo que actúa o dice algo […]
Muy relacionada con la libertad de expresión[1], un derecho fundamental recogido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aparece la “cultura de la cancelación”.
Pero ¿de qué hablamos cuando nos referimos a este término?
La cancelación es retirar el apoyo, incluso lograr consecuencias negativas para una persona o grupo que actúa o dice algo incorrecto a ojos de otras personas o grupos. Se trata de un juicio social.
Siempre ha existido la crítica, el ostracismo, ese juicio social que anula o posterga a una persona o personas[2], pero lo que hace que esté en auge es, principalmente, las redes sociales y los medios de comunicación, que multiplican y magnifican el impacto de la conducta cancelatoria.
Por ello, Amnistía Internacional se está implicando en vigilar que se controle la violencia verbal y la conducta cancelatoria (especialmente contra las mujeres), así como la más o menos sutil represión estatal[3]. “Expresarse sobre cuestiones de interés público es esencial para mantener un debate informado y dinámico en nuestra sociedad”[4] y respecto a la libertad de expresión no debemos olvidar la frase de Evelyn Beatrice Hall: “Detesto lo que piensas, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”[5]. Las restricciones a la libertad de expresión deben quedar establecidas en la ley claramente y solo pueden imponerse con fines legítimos específicos, como en la apología del odio.
¿Qué caracteriza a la cancelación?
En primer lugar, es un juicio arbitrario, puede estar basado en hechos, pero sobre los que se emite un juicio de valor, no objetivo, en función de las opiniones o creencias de quien o quienes lo difunden[6].
En segundo lugar, no se permite una contraargumentación, o si ésta se proporciona, no se escucha.
En tercer lugar, tiene carácter retroactivo. Es decir, si hay algo en el pasado del cancelado que “hoy” es motivo de censura (aunque no lo fuese en ese momento), saldrá a la luz y formará parte del argumentario cancelatorio.
Finalmente, las redes sociales y/o los medios de comunicación son los medios de su expansión viralizada y magnificada.
Cancelación y libertad de expresión
La cancelación está fundamentada en la libertad de expresión, pero paradójicamente no permite la libertad de expresión de los demás. No se discuten argumentos respetando las opiniones de los demás (por deleznables que sean), no existe el diálogo en la cultura de la cancelación, directamente se emite y se retroalimenta un juicio social asumido por un grupo y se propaga y potencia en tal medida que el oponente (o el sujeto cancelado) o queda anulado (lo que supone incluso a veces la pérdida de su puesto de trabajo o de su fuente de ingresos) o genera una controversia de odio por parte del grupo atacado.
La cancelación no sólo atenta contra la libertad de expresión sino contra el resto de derechos fundamentales, entre ellos el derecho a la vida. Tenemos ejemplos tanto en España como fuera de nuestro país, porque la cancelación es el acoso, el “Bullying”[7]. Especialmente afectados están las mujeres y colectivos LGTBIQ+.
Por otra parte, encontramos la contrapartida de los afectados, es decir, las actividades cancelatorias que estos colectivos ejercen sobre quien o quienes cometen el error no ya de cancelarlos, sino de decir o hacer algo “políticamente incorrecto” que, inmediatamente, supone un ataque que invalida no ya al acto sino al individuo en todos sus aspectos, es decir lo invalidan como persona, lo cancelan.
En este aspecto de la conducta cancelatoria entraremos más adelante así como hablaremos en una segunda parte de la “Generación Woke”[8], un movimiento que permanece alerta a las injusticias sociales y que al igual que la acción de lo “políticamente correcto” se lanza a la defensa de grupos tradicionalmente discriminados, incurriendo a menudo en procesos cancelatorios.
Siguiendo con la cancelación, no sólo afecta y se produce en las redes sociales, sino que los medios de comunicación están igualmente implicados. En ocasiones lanzan información sesgada que afecta a personajes públicos y ataca a su honor, a su intimidad y a su imagen (artículo 18.1 de la Constitución Española)[9].
Un aspecto importante de la cancelación es la notoriedad del personaje que se intenta cancelar. “No cancela quien quiere sino quien puede”, frase recogida por Carmen Domingo en su artículo del mismo nombre que la oyó a Ana Iris Simón (otra afamada periodista) en un podcast a propósito de un intento de cancelación de la misma[10].
Así pues, en esta lucha de descalificaciones se produce otra fuente de desigualdad, el poder de la notoriedad (también del dinero o de otros posibles factores que sean capaces de contrarrestar los movimientos cancelatorios).
Este movimiento de la cancelación implica también al derecho de reunión (artículo 21 de la Constitución)[11], asistir a una manifestación (en el presente o en el pasado, como ya he referido) puede ser un problema para el futuro de una persona, especialmente en el ámbito político, pero también en cualquier otro. En cuanto aparece registrado en algún medio o queda constancia de cualquier tipo, esa información puede ser utilizada en contra de la persona.
La Universidad es prototipo de la libertad de conocimiento y expresión, el foro más libre de debate y se está viendo profundamente afectada por la cultura de la cancelación. Algunos dirigentes de las universidades están evitando que profesores con ideas controvertidas o no normativas participen en las conferencias o debates universitarios. No sólo se produce este tipo de cancelación, sino que en el mundo de la cultura, universitario, escritores, periodistas etc. se está produciendo un proceso de autocensura para evitar ser cancelado.
De ahí a la censura de textos, películas y documentos hay solo un paso, que ya se está dando, especialmente en EEUU[12]. En la segunda parte lo analizaremos en profundidad.
Así podríamos seguir hasta relacionar la cultura de la cancelación con todos los derechos fundamentales, análisis que realiza de forma exhaustiva Jorge Castellanos en su libro[13].
Para desactivar este panorama apocalíptico vamos a analizar cómo superar este movimiento cancelatorio.
¿Qué alternativas tenemos?
La cultura de la cancelación es una cultura intolerante (reclama su libertad de expresión, pero condena esa misma capacidad en los que considera nefastos), por lo tanto, necesitamos de tolerancia.
El diálogo es fundamental para argumentar y contraargumentar, todas las personas tienen sus razonamientos y deben ser escuchadas por absurdos que puedan parecer (no se puede responder si no se ha escuchado) y la empatía para tener cuidado también en no ofender (aunque hay quien tiene la piel muy fina y se ofende con facilidad).
Para todo esto la EDUCACIÓN es fundamental, la educación con mayúsculas, no la adquisición de datos y conocimientos, sino la capacidad de respetar a todas las personas, aunque no estemos de acuerdo con ellas, saber escuchar y, por supuesto, combatir la hipocresía, todas las personas defienden como ciertos sus argumentos, pero se puede incurrir en aquello de lo que se acusa a las demás personas si no se tiene la humildad de reconocer la propia subjetividad.
El Estado y las leyes deben fomentar y proteger estos derechos fundamentales y no caer en los aspectos de censura que en muchos casos implementan. Porque la mayor parte de Estados pertenecientes a la ONU (es decir la mayoría) defienden la libertad de expresión[14], pero también la mayoría de ellos ponen unos límites fundamentalmente encaminados a proteger su status y su organización político-social.
Como vemos, el asunto de la libertad de expresión es un tema controvertido que necesita estar en continua revisión.
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
EQUIPO DE COMUNICACIÓN AMNISTÍA INTERNACIONAL COMUNIDAD VALENCIANA
Maite Redondo Jiménez
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[1] https://www.amnesty.org/es/what-we-do/freedom-of-expression/
[2] Teran S. Cultura de la Cancelación: La intolerancia que amenaza la libertad de expresión. Convergente P, 2022.
[3] Internacional A. «Tracking twitter’s progress in addressing viole abuse against women online in the United States ». 7, dec. 2021.
[4] ttps://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/los-limites-de-la-libertad-de-expresion-y-la-apologia-del-odio/
[5] Extraída de su obra The Friends of Voltaire (1906), Wentworth Press, 2019.
[6] De la Rubia-Guijarro JA. VI-SI-BI-LI-ZAR. Fedro, Revista de Estética y Teoría de las Artes. 2022.
[7] Castellanos-Claramunt J. La cultura de la cancelación y su impacto en los derechos fundamentales. Especial análisis de su afectación a la libertad de expresión. Atelier, 2023.
https://www.publico.es/sociedad/lgtbifobia-joven-20-anos-suicida-acosada-redes-orientacion-sexual.html Público, 2022.
Davison D. « Allegations that led to Alec Holowka’s suicide need proper scrutiny ». Post Millenial. 2019.
[8] https://cnnespanol.cnn.com/2022/01/07/movimiento-woke-orix/
Cnn español, enero, 2022.
[9] Constitución Española, «De los derechos y deberes fundamentales», (1978).
[10] Domingo C. “No cancela quien quiere, sino quien puede”. El País. 2021.
[11] Constitución Española, «De los derechos y deberes fundamentales», (1978).
[12] Morales L. “El día que volvimos a ver arder los libros”. Desiderata.
[13] Castellanos-Claramunt J. La cultura de la cancelación y su impacto en los derechos fundamentales. Especial análisis de su afectación a la libertad de expresión. Atelier, 2023.
[14] ONU. Declaración Universal de los Derechos Humanos.