VIII Jornada-Homenaje a todas las víctimas y personas represaliadas por el franquismo en la ciudad de Cáceres
Un año más, Amnistía Internacional ha acompañado a la Asociación Memorial en el Cementerio de Cáceres (AMECECA) en su tradicional Jornada-Homenaje a las víctimas del franquismo en la ciudad de Cáceres. Como es costumbre, todos los asistentes hemos sido convocados a las puertas de la antigua cárcel de la ciudad, donde se ha insistido en […]
Un año más, Amnistía Internacional ha acompañado a la Asociación Memorial en el Cementerio de Cáceres (AMECECA) en su tradicional Jornada-Homenaje a las víctimas del franquismo en la ciudad de Cáceres. Como es costumbre, todos los asistentes hemos sido convocados a las puertas de la antigua cárcel de la ciudad, donde se ha insistido en la lucha por la Memoria Histórica, cuya finalidad es evitar la repetición de errores pasados y que las víctimas logren, de alguna manera, “verdad, justicia y reparación”.
Tras la marcha silenciosa hasta el memorial en el cementerio, el acto ha comenzado recordando la actual guerra en Ucrania que, como todas las guerras, tiene su origen en el ataque de un hombre ambicioso contra un pueblo.
Después de reivindicar, una vez más, el edificio de la antigua cárcel de Cáceres como centro para la Memoria Histórica, se ha dado voz a descendientes de asesinados por el franquismo, que han ido leyendo, uno por uno, todos los nombres que figuran en el memorial. Algunos, venidos de lugares como Castilla y León, donde temen que la reciente coalición con el partido populista de la ultraderecha acabe con los avances en la legislación de memoria histórica conseguidos en dicha comunidad.
Otros, supervivientes de la masacre, ancianos luchadores a los que no rinde ni la edad, que no han podido evitar contar a los asistentes una buena cantidad de anécdotas (terribles) sobre la muerte de sus amigos y familiares.
Finalmente, algunos asistentes han tomado la palabra para recordar a algunos represaliados cuyos nombres no figuran en ningún sitio porque continúan desaparecidos “en las cunetas” o para contarnos que sobrevivieron a la cárcel en los últimos años del franquismo, no así sus amigos, a quienes nombran de corrillo, como una letanía aprendida de memoria.
Conscientes de que los familiares de los asesinados también se van haciendo mayores y acaban muriendo, nos reconforta la presencia de jóvenes en este tipo de actos, pues la memoria se transmite de una generación a otra y, si no hay quien escuche a los mayores, no quedará más que olvido.
Como defensores de los derechos humanos, nuestra participación en este tipo de homenajes responde a la lucha por la reparación de actos injustos, a la condena de los mismos y a evitarlos en la medida de nuestras posibilidades.