ME QUIERO VACUNAR
ME QUIERO VACUNAR En entradas anteriores[1] nos referimos a lo que significa poder disfrutar de un sistema de salud y de lo terrible que es carecer de él, el temor a enfermar sin tener recursos para hacer frente a tal estado y saber que la mitad del mundo carece de acceso a servicios de salud […]
ME QUIERO VACUNAR
En entradas anteriores[1] nos referimos a lo que significa poder disfrutar de un sistema de salud y de lo terrible que es carecer de él, el temor a enfermar sin tener recursos para hacer frente a tal estado y saber que la mitad del mundo carece de acceso a servicios de salud esenciales. También expusimos los rigores de las enfermedades olvidadas y desatendidas, incapacitantes, que prosperan en entornos empobrecidos, que afectan a poblaciones con visibilidad baja y poca voz política y que causan discriminación y tienen gran impacto sobre la morbilidad.
Hoy, tras más de dos meses recluidos, todos piensan y hablan de “la anhelada vacuna”.
Incluso aquellos que han rechazado sistemáticamente la vacuna de la gripe con el mantra de “yo no la cojo” sin pensar que si la cogen van a contagiar antes de que aparezcan los primeros síntomas. La vacuna: el pinchacito que nos protege de ese virus que atrapa en cama a miles de personas cada año y provoca la muerte a los muy vulnerables. Tenemos esa suerte, podemos vacunarnos de la gripe.
Ahora esas mismas personas, atemorizadas por los estragos que está produciendo el covid19, se lanzarían a por la vacuna si estuviera a su alcance. Pero ¿quién sabe cuándo podremos contar con la salvación del temible virus?
No nos hagamos ilusiones; la fabricación de una vacuna es un proceso muy complejo con etapas rigurosamente controladas, ya que son productos biológicos obtenidos a partir de organismos vivos y deben cumplir los máximos estándares de calidad y seguridad. “Considerando todos los controles, se requieren de 6 a 22 meses para producir una vacuna”[2].
Los laboratorios de muchos Estados se han puesto a trabajar intensamente y, con suerte, tal vez a finales de 2021 contaríamos con ese salvavidas.
Nos podríamos preguntar ahora ¿qué ocurre con las personas que no quieren vacunarse ni vacunar a sus hijos? Inmunizar a los niños es una de las intervenciones sanitarias más relevantes en el siglo anterior previniendo a millones de niños y, pese a estos datos, hay padres que rechazan esta inmunización para sus hijos ignorando la responsabilidad que tienen sobre los hijos de los demás. Se pierde “la inmunidad de grupo y niños con algún problema inmunitario pueden infectarse más fácilmente e incluso morir. Debería ser un delito contra la salud pública”[3]. En lo que concierne al covid19 ansiamos la inmunidad de rebaño o grupal que podríamos alcanzar también por los miles (millones) de personas que habrán sufrido la enfermedad; no lo olvidemos, las estadísticas no reflejan más que las personas a las que se les ha hecho el test y no a las que se han quedado en casa superando como han podido el periodo de la enfermedad. Sin embargo, “el estudio serológico confirma que en España no hay inmunidad de rebaño. Los datos revelan que solo 2 millones de personas se han infectado y han desarrollado anticuerpos. Apenas un 5% de la población”[4]. Para tenerla el porcentaje debería situarse en el 70%.
Por eso, y dejando un momento el tema del covid19, que en países desarrollados queden niños sin vacunar es una amenaza contra la salud pública. En 2019 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que “la indecisión, las reticencias o la negativa a inmunizarse pese a la disponibilidad de vacunas, constituye una de las 10 principales amenazas para la salud pública”[5].
Resulta difícil comprender esta actitud sabiendo que millones de personas en el Tercer Mundo carecen de acceso a cuidado sanitario y medicamentos y, por lo tanto, a vacunas que están totalmente disponibles en los países desarrollados. Millones de niños menores de 5 años mueren cada año de enfermedades infecciosas que tienen tratamiento en los países desarrollados. Millones de niños que no tienen derecho a esa prevención y deberían tenerlo.
La Constitución de la OMS afirma que “el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano.”[6] Las enfermedades mortales más mortíferas afectan devastadoramente a las poblaciones más pobres del mundo. Y ahora, que no contamos con vacuna para este coronavirus, el mundo se ha parado y la gente está muriendo en este nuestro mundo desarrollado.
Y mientras, hay personas que las rechazan. No hay derecho.
EQUIPO COMUNICACIÓN COMUNIDAD VALENCIANA
Emma Sopeña Balordi
Enlaces relacionados:
https://faros.hsjdbcn.org/es/articulo/padres-no-quieren-vacunar-hijos-riesgos-implica-salud-ninos
[1] https://blogs.es.amnesty.org/comunidad-valenciana/2019/09/17/todos-llevamos-en-enfermo-dentro/
[2] https://www.diariofarma.com/2017/03/07/las-vacunas-proceso-fabricacion-causas-del-desabastecimiento
[3] https://www.diariodesevilla.es/entrevistas/Negarse-vacunas-deberia-delito_0_1277872678.html
[4] https://www.nuevatribuna.es/articulo/actualidad/covid19-coronavirus-estudio-seroprevalencia-sero-epidemiologico-inmunidad-rebano/20200513194054174791.html
[5] https://www.unicef.es/noticia/por-que-una-semana-mundial-de-la-vacunacion
[6] https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/human-rights-and-health