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EFECTOS PSICOLÓGICOS DE LAS VIOLACIONES DE LOS DDHH EN EL ENTORNO DE LA VÍCTIMA

A todos nos impacta el sufrimiento y la angustia que conlleva que una persona sea víctima de la violencia de grupos armados o del propio Estado. Precisamente el Estado, que debería ser el garante y protector de los derechos de sus ciudadanos, en ocasiones, desgraciadamente con más frecuencia de lo deseado, actúa como raptor y […]

A todos nos impacta el sufrimiento y la angustia que conlleva que una persona sea víctima de la violencia de grupos armados o del propio Estado. Precisamente el Estado, que debería ser el garante y protector de los derechos de sus ciudadanos, en ocasiones, desgraciadamente con más frecuencia de lo deseado, actúa como raptor y torturador, transgrediendo así sus obligaciones. Con la excusa del ejercicio de la ley y el control de la delincuencia controla y reprime a aquellos que no se someten a su ideología.

En esta ocasión vamos a centrarnos en las consecuencias, especialmente las consecuencias psicológicas, no ya de las víctimas, sino de su entorno, familiares, amigos, correligionarios, etc.

Porque no se trata solamente de acallar a un opositor, sino de enviar el mensaje de que todos aquellos que compartan sus ideas pueden correr la misma suerte.

¿Qué son las violaciones graves de los Derechos Humanos?[1]

J. Ortega-Sánchez estableció algunas de ellas como: “la ejecución extrajudicial, la desaparición forzosa e involuntaria, la tortura, la mutilación y las lesiones con daño permanente o incapacitación, el desplazamiento forzado, el despojo de la propiedad, la esclavitud, en encarcelamiento injusto prolongado, y en condiciones infrahumanas, el impedimento a que las personas obtengan su sustento, así como actos similares cometidos contra allegados de los objetivos principales de los abusos de poder, quienes pasan a convertirse en rehenes de los abusadores”[2] y la CEH (Comisión para el Esclarecimiento Histórico)[3]  añaden el abuso sexual y/o la violación como tortura.

Es en Sudamérica donde más se han estudiado estas situaciones, pero a día de hoy siguen produciéndose en muchos otros países del primer mundo como China o Rusia.

En el caso de desapariciones forzadas, en el entorno de la víctima se produce un duelo anormal, porque el familiar no ha muerto (o no se sabe si es así), pero tampoco hay noticias de él. El dolor y la angustia de la espera paralizan la vida de los allegados y genera estrés y frustración. La mayor parte de las veces son las mujeres las que viven esta situación de forma más intensa ya que tienen que hacer frente a su propia angustia al tiempo que asumir los roles que ejercía su pareja desparecida, hacer de padre y madre, manejar la vida emocional de la familia y ser la única proveedora del sustento.

A veces surgen situaciones de enfrentamiento entre los distintos miembros de la familia extensa por diferencias en su ideología o dinámicas culpabilizadoras. Cuando la ausencia es prolongada hasta el vínculo de pareja se puede romper, el que queda esperando rehace su vida en ocasiones e inicia una nueva vida con otra persona o solo, incluso en otro lugar o domicilio.

Por todo ello debemos pensar que la violencia sobre la víctima se extiende mucho más allá de ella. Guerrero[4]  lo mencionó como las víctimas invisibles ante acontecimientos devastadores. Cuando suceden estos hechos, se inicia un proceso de adaptación del entorno familiar que sufre la ausencia y que sucede en su intimidad. Sólo las redes que se crean en torno a estos sucesos (“Comisión para el esclarecimiento histórico” en Guatemala; la “Comisión de la verdad” en Ecuador; la “Comisión de verdad y justicia” en Paraguay; y a pesar del tiempo transcurrido desde aquellos acontecimientos, la “Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica” en España, etc.) constituyen una red de apoyo y sanación para todos los afectados por las Violaciones Graves de los Derechos humanos.

Si, por el contrario, el grupo familiar, por temor a la represión o estigmatización, se aísla o no tiene redes de apoyo, se ve privado de recursos emocionales y físicos que les ayuden con el manejo de la crisis.

Por todo lo dicho, el grupo familiar se puede considerar también víctima puesto que está sufriendo una situación altamente traumática tanto emocionalmente como, en la mayoría de los casos, económicamente.

Hay entornos incluso más dramáticos (especialmente en casos de guerras étnicas) en los que se ha utilizado a la mujer como arma de guerra. Son los casos de la guerra que provocó la desintegración de la antigua Yugoslavia y las víctimas del genocidio de Hutus contra Tutsis en Ruanda en 1994; así como las revueltas y matanzas que todavía hoy persisten en el continente africano.

Concretamente en aquellas ocasiones las víctimas mujeres no sólo tuvieron que soportar el hecho de ser violadas (por uno o múltiples criminales, en ocasiones sus propios vecinos) sino que han tenido que enfrentar la crianza de “hijos de los enemigos” en medio de su propia comunidad que las ha estado repudiando por ello. Al tiempo que esos niños han crecido con el estigma de no pertenecer a una comunidad u otra y ser “hijos de asesinos”[5].

En el caso concreto de Ruanda hemos podido comprobar las secuelas que a lo largo de casi 30 años han sufrido tanto las madres como algunos de los 20000 hijos nacidos de aquellas agresiones, el proceso sanador (en los casos en que lo ha habido) largo y complicado. Desde “desear estar muerta” hasta poder hablar, incluso contarlo a los hijos, que han tenido que vivir con el estigma del entorno y el silencio culposo de la madre, o incluso llegar a perdonar al o a los autores de aquello[6].

Las redes de apoyo han resultado terapéuticas, como SEVOTA[7], organización que defiende a mujeres que sufrieron violencia sexual, que quedaron viudas y se quedaron a cargo de sus familias, también a los hijos fruto de las violaciones, rechazados incluso antes de nacer. La ONG Foundation Rwanda (foundationrwanda.org[8]) es otra de las organizaciones dedicadas al apoyo y atención psicológica a madres e hijos del genocidio.

Una característica común en todas ellas es el silencio inicial. La dificultad para verbalizar todo el horror sufrido (en gran parte debido al rechazo y/o el estigma social de su entorno y en parte por sus propios sentimientos de culpa por engendrar y parir hijos de quienes han agredido a sus propias familias y a ellas mismas)[9].

Los hijos y nietos supervivientes en muchas ocasiones llevan consigo los traumas de aquella violencia, sus padres y abuelos les transmitieron sus propios miedos.

Soledad Torrecuadrada plantea que:

 “Los niños, debido a su vulnerabilidad, son víctimas de los conflictos armados en mayor medida que los adultos y los problemas originados por la guerra pueden lastrar su futuro, hay unos niños de los que no se habla, que sufren los efectos de la contienda una vez que esta ha concluido: son los hijos del enemigo, los nacidos como consecuencia de los crímenes sexuales, que debido a su origen son rechazados sistemáticamente por las comunidades maternas.[10]

Señala la necesidad de incluirlos como víctimas de los conflictos armados, así como el silencio mantenido por todas las organizaciones de Derechos Humanos y los torpes intentos de sus países de incluirlos en sus entornos una vez pacificada el área de conflicto.

“Richard tomó a escondidas pastillas contra la tristeza y la soledad”. Olivia asegura que nunca irá a la consulta de un psicólogo por “miedo” a que sus amigos se enteren. Bellefille ha aprendido a querer a su padre y a perdonar las atrocidades que cometió hace 30 años gracias a una terapia familiar. Tity ha estrenado un espectáculo basado en el trauma que sufrió de niño tras perder a su madre en el genocidio en Rwanda. Théophile acaba de salir del hospital psiquiátrico de Kigali y su hermana le ha dicho que no quiere volver a verlo. Celeste tuvo que dormir en la calle después de que su tío la echara de casa tras una crisis de epilepsia.”

Así nos expone la periodista Beatriz Lecumberri algunos testimonios de los herederos de los horrores del genocidio ocurrido en Rwanda en 1994[11]. Podemos comprobar cómo el trauma, el estigma no queda únicamente en la víctima, sino que se extiende a los hijos y nietos, en general a los supervivientes de unos hechos que tienen fechas concretas pero que se extienden a lo largo del tiempo.

Otro caso ya prácticamente olvidado es el de la guerra que estalló tras la separación de los territorios de la antigua Yugoslavia. Aquí, en Europa, el viejo continente, cuna de la cultura occidental, se produjeron graves violaciones de los derechos humanos, serbios contra bosnios, cristianos contra musulmanes, la peor parte como es habitual se la llevaron las mujeres (hasta los Cascos Azules de la ONU realizaron un papel bastante vergonzoso). En 1993 Amnistía Internacional ya denunciaba unos hechos que a la sociedad occidental le costó asimilar y reaccionar[12]. Aunque en 1993 se creó el Tribunal Penal Internacional para los crímenes de la antigua Yugoslavia[13], todavía en 2009 tuvimos información de que se juzgaron 18 casos por graves delitos en relación con las violaciones[14] mientras que los miles de mujeres y niñas que fueron violadas de 1992 a 1995 seguían sin atención por parte de las autoridades, los problemas psicológicos y traumas que sufrían solamente eran atendidos por Organizaciones no Gubernamentales con recursos limitados. Al trauma sufrido, se le añadía la dificultad para trabajar por las consecuencias psicológicas de lo vivido y la propia estigmatización por parte de su entorno. Esas mujeres no sólo llevan cargando con las violaciones sufridas, también añaden a esa carga emocional el hecho de haber perdido en muchos casos a sus allegados lo que las deja aún más vulnerables y las sume en la pobreza, lo que dificulta su recuperación.

Todos los casos tienen en común el conocido “Trastorno por estrés post traumático”[15], que lo puede padecer cualquier persona que haya sobrevivido a un acontecimiento negativo fuera de lo habitual, un desastre natural, un accidente de tráfico, una pérdida repentina, etc. Pero en ciertos casos el trauma sufrido (como en todos los que hemos referido) es tan catastrófico (no se produce por azar, lo perpetran quienes deben proteger o quienes hasta ese momento eran personas en las que se podía confiar, o quienes avasallan impunemente a personas indefensas) que deja una herida difícilmente sanable. Ese trastorno invalida en ocasiones a la persona para llevar una vida mínimamente tranquila. Las pesadillas son recurrentes, la vivencia de las atrocidades vividas puede aparecer en cualquier momento inesperado en la mente de la persona y paralizarla.

El estado de alerta y ansiedad se instala en su mente de forma permanente.

Imagen de Md Nirob Bhuiyan en Pixabay

EQUIPO DE COMUNICACIÓN AMNISTÍA INTERNACIONAL COMUNIDAD VALENCIANA

Maite Redondo Jiménez

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[1] Ortega-Sánchez J. Violaciones graves a los derechos humanos: Seguridad y sociedad civil. Novenas Jornadas Nacionales sobre Víctimas del Delito y Derechos Humanos. 2011.

https://www.cndh.org.mx/sites/all/doc/Programas/Provictima/5%20PUBLICACIONES/2JORNADAS/9as_jornadas_victimas.pdf

[2] Rivera Paz C. Protocolo para la investigación de casos de violación sexual en el conflicto armado interno. 2010.

https://dataspace.princeton.edu/handle/88435/dsp01s7526f65c

Dupuis NG. Peritaje psicosocial por violaciones a derechos humanos: Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial; 2009.

https://www.psicosocial.net/historico/index.php?option=com_docman&view=download&alias=877-peritaje-psicosocial-por-violaciones-a-derechos-humanos&category_slug=justicia-verdad-y-reparacion&Itemid=100225

[3] Memoria del Silencio GM. Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico. Guatemala, Oficina de Servicios para Proyectos de las Naciones Unidas. 1999;12.

https://www.undp.org/sites/g/files/zskgke326/files/migration/gt/UNDP_gt_PrevyRecu_MemoriadelSilencio.pdf

[4] Guerrero-Useda M, Nisimblar N, Guerrero-Baron M. Familia, conflicto y fragilidad. Universidad Católica de Colombia, Bogotá. 2012.

https://biblioteca.ucatolica.edu.co/cgi-bin/koha/opac-detail.pl?biblionumber=56059

[5] Goitia F. Los hijos del genocidio. ABC. 2022

https://www.abc.es/xlsemanal/a-fondo/ruanda-los-hijos-del-genocidio-fotos-ok-texto-ok-seo-ok.html

[6] Lecumberri B. Ruanda: cuando las mujeres impulsan el perdón. El País. 2023.

https://elpais.com/planeta-futuro/2023-07-19/ruanda-cuando-las-mujeres-impulsan-el-perdon.html

[7] https://www.peaceinsight.org/en/organisations/sevota/?location=rwanda&theme

[8] https://foundationrwanda.org/

[9] Goitia F. Los hijos del genocidio. ABC. 2022 https://www.abc.es/xlsemanal/a-fondo/ruanda-los-hijos-del-genocidio-fotos-ok-texto-ok-seo-ok.html

Lecumberri B. Ruanda: El silencio que esconde las heridas del alma. Planeta Futuro. 2023. https://elpais.com/planeta-futuro/2023-07-08/ruanda-el-silencio-que-esconde-las-heridas-del-alma.html

Carling J. Su padre es mi enemigo. El País Semanal. 2007

https://elpais.com/diario/2007/04/08/eps/1176012951_850215.html

[10] Torrecuadrada S. Los hijos del enemigo: las víctimas silenciosas de los crímenes sexuales. ANUARIO ESPAÑOL DE DERECHO INTERNACIONAL 2017;33:127-68.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6228624

[11] Lecumberri B. Ruanda: El silencio que esconde las heridas del alma. Planeta Futuro. 2023. https://elpais.com/planeta-futuro/2023-07-08/ruanda-el-silencio-que-esconde-las-heridas-del-alma.html

[12] Amnistía Internacional (1993) Bosnia-Herzegovina: La violación de las mujeres continua, junto con otros abusos contra los derechos humanos.

https://www.amnesty.org/es/wp-content/uploads/sites/4/2021/06/eur630021993es.pdf

[13] https://www.ohchr.org/es/instruments-mechanisms/instruments/statute-international-tribunal-prosecution-persons-responsible

[14] Nueva Tribuna.es (2009) Las mujeres violadas son las grandes víctimas olvidadas de la guerra de Yugoslavia

https://www.nuevatribuna.es/articulo/mundo/las-mujeres-violadas-son-las-grandes-vctimas-olvidadas-de-la-guerra-de-yugoslavia/20090930201137028708.html

Amnistía Internacional (2009) Bosnia y Herzegovina: A las mujeres violadas les siguen negando sus derechos 

[15] https://www.nimh.nih.gov/health/publications/espanol/trastorno-por-estres-postraumatico