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‘A megghiu parola è chídda ca ‘un si dice (la mejor palabra es la que no se dice) reza un proverbio siciliano. Davide Enia lo cita en su libro Apuntes para un naufragio para explicar una actitud cultural atávica de muchísimos hombres del sur de Italia: el arte de callar. Afirma que ese peculiar talante […]

‘A megghiu parola è chídda ca ‘un si dice (la mejor palabra es la que no se dice) reza un proverbio siciliano. Davide Enia lo cita en su libro Apuntes para un naufragio para explicar una actitud cultural atávica de muchísimos hombres del sur de Italia: el arte de callar. Afirma que ese peculiar talante se aprende desde niños, pues hablar es una actividad reservada a las mujeres; los hombres, los de verdad, callan. Todo se guarda para sus adentros.

Pues bien, en su novela Appunti per un naufragio[1]Davide Enia hace justamente lo contrario: habla alto y claro. Y así nos lo ha expresado en su intervención en la tertulia Martes Negros el 16 de abril en el Sporting Club de Valencia.

En la contraportada del libro se puede leer: “Un padre y un hijo ven cómo se desarrolla la historia ante ellos, en el mar de Lampedusa. Apuntes para un naufragio es una novela que cuenta lo que está pasando en el Mediterráneo, habla de quienes lo cruzan, de los rescates, las llegadas, los muertos, pero también de la relación entre mi padre y yo y aborda la enfermedad de mi tío, el hermano de mi padre”.

Lampedusa, cuyo nombre puede proceder de lepas, la roca erosionada por los agentes atmosféricos, o de lampas, la antorcha que derrota la oscuridad, es la isla mayor, y la más meridional, de las Pelagias. Está situada en el Mar Africano al sudoeste de Sicilia. Se eleva sobre la misma placa africana y dista de las costas líbicas tan solo unos 240 km. Allí intenta llegar a Europa una multitud de migrantes que cruza países enteros y el Mediterráneo en condiciones infrahumanas. En esa tierra de frontera, aislada y lejana, las vivencias humanas, tanto de los migrantes como las de los habitantes de la isla y de los socorristas, se cruzan y se mezclan.

Escribe Enia que “Lampedusa es actualmente una palabra contenedor: migración, frontera, naufragios, solidaridad, turismo, temporada de verano, marginalidad, milagros, heroísmo, desesperación, dolor, muerte, renacimiento, rescate, todo ello cabe en un solo nombre, en un batiburrillo que no tiene aún una interpretación clara ni una forma reconocible”.

Su novela es también una especie de contenedor en la que el lector puede hallar un diario ordenado siguiendo las visiones y las emociones del escritor. El escritor siciliano mira a los que llegan, a los que esperan y a los que intentan hacer frente a esa desesperada situación y anota en sus libros sus testimonios y da fe del dolor que habita en los ojos de unos y de otros.

El libro es un texto profundo que da voz a unas vivencias humanas -las de los personajes que encuentra en sus visitas a Lampedusa y las suyas propias- que zarandean al lector desde las primeras líneas. El resultado es una obra necesaria surgida mediante una investigación directa que asombra y golpea con una realidad dura e insoportable.

El texto tiene una estructura peculiar: su trama no es lineal, siendo la narración casi sincopada, y en la que se entrecruzan testimonios directos de la tragedia de los naufragios con las reflexiones del autor sobre el amor filial y la vivencia de la enfermedad de su tío Beppe.

Enia hilvana su novela alrededor de un narrador interno (él mismo), y, en algunas ocasiones, convierte el texto en una especie de entrevista(s)-coloquio(s) en las que las informaciones que va recogiendo no son presentadas según el criterio de pregunta/respuesta, sino como un relato libre, íntimo y personal de la tragedia vivida por los hombres y mujeres que intentaron hacer frente a la situación desesperada de los migrantes y por algunos supervivientes de los naufragios, mezclando hábilmente monólogos, relatos de vivencias personales y pensamientos del mismo autor que mantienen muy alta la atención del lector a lo largo del texto.

El registro empleado es coloquial y el léxico es lineal y sencillo. A veces el autor recurre a una variante del italiano regional o directamente al dialecto siciliano para expresar conceptos culturales muy profundos que, de otra manera, perderían toda su fuerza literaria y sus matices.

Toda la dureza y la inhumanidad de los hechos narrados se presentan al lector mediante un estilo sobrio que, sin embargo, transmiten una honda participación del dolor ajeno.

El tiempo de la narración coincide a veces con el tiempo del discurso que el escritor-narrador refiere; sin embargo, en otras ocasiones, Enia recurre a algunos flashback, trasladando al lector a un tiempo pasado, en el que los hechos narrados tienen una duración determinada y en los que relata puntualmente algunas vivencias personales ocurridas en su infancia, en la adolescencia y en edad adulta (la figura entrañable de su tío Beppe, la muerte de su amigo Totò, etc.).

El espacio narrativo ocupa unos lugares precisos y reales: la novela se desarrolla en un triángulo formado por la isla de Lampedusa, Palermo, su ciudad natal, y por la de Reggio Calabria en la que vive su tío Beppe.

El escritor siciliano narra, de manera magistral, las visitas que realiza a Lampedusa, a veces en compañía de su padre, quien le ayuda a entender mejor la dura realidad que tiene ante sus ojos, sus encuentros con los habitantes de la isla, socorristas, médicos, pescadores y militares de la Guardia Costera.

El libro recoge los testimonios sobrecogedores de quienes intentaron ayudar a los migrantes, y, en paralelo, desarrolla otro drama de ámbito privado, el cáncer que golpea a su tío Beppe, penetrando en la intimidad de cada uno de ellos con extrema delicadeza, para mostrar, con respeto y fineza, las heridas más profundas de cada personaje producidas por esas tragedias.

Davide Enia nos conduce directamente a las tinieblas del alma con el testimonio del buzo de la Guardia Costera, un gigante sin nombre, acostumbrado a luchar contra el mar, quien le cuenta al escritor que, a pesar de sus ideas políticas, “se ayuda a quien lo necesita, es la ley del mar”. Ese hombretón, entrenado para soportar las adversidades psico-físicas de su trabajo y cuya única misión es la de salvar vidas, revive el drama que tuvo que afrontar en un salvamento cuando tuvo que elegir entre tres migrantes que se estaban ahogando a cinco metros de su posición y una madre y su hijo que se hundían un poco más lejos. La cruda matemática guió su actuación: «tres vidas son más que dos». Desde entonces, vive con un profundo desgarro interior por la decisión que tuvo que tomar. El escritor siciliano lo compara con un San Sebastián enorme, atravesado por flechas sangrantes, cuyas puntas afiladas le afligen desde ese día.
El calvario personal, y el silencioso sufrimiento, golpea también a los isleños Paola y Melo, la pareja que lo hospeda en su b&b, quienes relatan como, una vez superada la primera reacción de “encerrémonos dentro de casa”, dictada por el miedo ante un desembarque nocturno de migrantes, con tan solo unas antorchas eléctricas y la fuerza de sus brazos ayudaron a recuperar del mar los náufragos exhaustos, los reanimaron, los calentaron y los alimentaron.

El lúcido análisis de Paola sobre la situación que se vive en Lampedusa tiene una fuerza incomparable: “lo que está pasando en Lampedusa, y lo que ocurre desde hace veinticinco años, es como un accidente automovilístico que continúa repitiéndose. Hay supervivientes, muertos, heridos y yo que vivo en la finca que da a la calle del siniestro tengo a los periodistas que me llaman a la puerta para preguntarme qué ha ocurrido. Son las personas que han sufrido ese accidente las que deberían entrevistar; ellos son los que habría que escuchar, yo vivo en esta casa por casualidad, ellos han vivido auténticas aventuras para llegar hasta aquí. Nosotros les podemos ofrecer los primeros socorros, unas galletas, agua, un té caliente y desvivirnos para ayudarles a seguir su viaje. Y a ellos, en cambio, los verdaderos sujetos de esta historia, los que deberían ser escuchados para poder entender todos los porqués de este éxodo, se les encierra en los centros de acogida sin atender a sus derechos y a sus razones”.

Estremecedor es también el relato de los pescadores quienes, al recoger sus redes, hallan, a menudo, el cadáver de algún migrante que tienen que volver a lanzar al mar puesto que su embarcación corre el riesgo de ser secuestrada por disposición de las autoridades judiciales y se quedarían sin trabajo. Uno de ellos le revela a Enia el motivo de la presencia de una gran cantidad de lubinas en el mar de Lampedusa: “¿sabes cómo se alimentan?… Pues eso”.

Ahí está la figura silenciosa de Vincenzo, el sepulturero del cementerio, quien se ocupa de cada cuerpo que le llega, lavándolo, perfumándolo, intentado devolverle una mínima dignidad a esas identidades ya irrecuperables.

Roberto y Graziella son los médicos que hablan de las deformidades de los restos de los náufragos, las violaciones casi cotidianas sufridas por las mujeres, sus órganos sexuales quemados al estar obligadas a sentarse en la parte más baja de las pateras en las que se acumula gasoil, agua del mar y orina.

Y siguen: el carpintero Franco, quien construye cruces de madera para recordar a los que murieron en el mar; Vito que intentó cambiar de vida al trasladarse a Lampedusa, y que el día que compró una embarcación, casi en desguace, para navegar, no podía imaginar que su barco salvaría vidas; y Simone, el buzo que encontró en el fondo marino los restos de un barco pesquero hundido en la tragedia del 3 de octubre de 2013, en la que había atrapadas más de 250 personas.

Un resquicio para la esperanza se abre con la historia de Bemnet, un chico que ya vive en Suiza y que, como él mismo afirma, “nació dos veces”. Huyó de Eritrea en 2008 y, después de haber cruzado a Sudán, atravesó el Sahara en un todoterreno de los traficantes hasta llegar a Libia. Arribó a Lampedusa, en una lancha neumática, el 20 de agosto de 2009, fecha de su segundo cumpleaños. De los ochenta migrantes que zarparon tan solo cinco llegaron vivos a la isla siciliana. Bemnet fue uno de ellos y cuando puede, vuelve a Lampedusa para observar el mar y para recordar a los amigos que perdió en la travesía.

En el libro, el escritor siciliano lanza un mensaje político claro sobre el tema de la migración al utilizar el mito de Europa, la hija de Agenor, el rey de Tiro, quien, desde Fenicia, montada en un toro blanco, cruzó el mar hasta llegar a Creta: “de donde hay guerras, no se huye en avión. Se huye a pie y sin visado […] Cuando la tierra se acaba, se huye en una barca […] Al fin y al cabo, es siempre la misma historia que se repite. Una chica fenicia huye de la ciudad de Tiro. La chica se llama Europa”.

Este es nuestro origen – nos recuerda Davide Enia -, pues todos somos hijos de una travesía.

Gianpiero Pelegi

(Gianpiero Pelegi ha colaborado amablemente en la traducción de la intervención del escritor Davide Enia en la Tertulia Martes Negros, en Sporting Club Ruzafa de Valencia, el 16 de abril de 2024)

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[1] Sellerio, 2017.

Traducida al español por Miquel Izquierdo, Minúscula, 2020.

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