En esta convocatoria se han presentado 102 microrrelatos de 10 centros educativos.
Listado de los relatos recibidos: Listado
Relatos presentados de la categoría A (Primaria): Microrrelatos A
Relatos presentados de la categoría B y C (ESO, Bachillerato y Centro de personas adultas):
Selección y valoración
Se han seleccionado seis textos entre los preseleccionados, dos de cada categoría. Esta selección pretende ser una muestra de la variedad de tonos, enfoques y formas que los microrrelatos participantes mostraban. Se tiene en cuenta el vínculo con las fotografías, la elaboración y originalidad de la propuesta narrativa de los microrrelatos y las emociones y reflexiones que se suscitan a partir de su lectura.
Como siempre, ha sido un placer poder disfrutar de tanta creatividad concienciada.
Leticia Bustamante
Santander, 19/03/2022
Relatos seleccionados:
Categoría A
- – ¡Ayúdame! de Ana Romo del CEIP Cisneros
- – Viviendo en los huesos de María Luz Herrera del CEIP Marques de Estella
Categoría B
- – Tumbada en la cama de Sergio García Gómez del IES Torres Quevedo
- – Un mundo mudo de Ines Toraya San Antonio Abad del IES Torres quevedo
Categoría C
- – El túnel de Olga Iribarnegaray Fuentes del CEPA Pielagos
- – Te veo de Juan Manuel Sánchez Arías
CATEGORÍA A |
¡AYÚDAME!
–Ayúdame– me dijo una voz mientras iba trabajando por la calle en mi ruta diaria por Afganistán.
Miré a los lados, no la encontraba y de repente me dijo.
–Aquí debajo, sentada, en el suelo.
Miré hacia abajo y sí, ahí estaba. Una persona, una mujer, mayor, vestida con ropas negras, sentada en el suelo, en la entrada de una puerta, diciendo: ayúdame.
Yo le pregunté:
–¿En qué puedo ayudarte?
Ella me respondió:
–En TODO.
Al oír su respuesta me sorprendí, mi mente se quedó en blanco.
–¿Cómo podría empezar a ayudarte?– pregunté a la mujer.
–Ya has comenzado al hablar conmigo porque me has hecho caso, no como los demás ciudadanos que pasean por la ciudad mientras me ven aquí sentada. Llevo cinco años esperando a que una persona como usted venga a ofrecerme algo de ayuda en mi vida. Cada día busco comida en los contenedores para alimentar a mi familia, incluso algunos días, para alimentar a mis hijos he tenido que quedarme sin comer. Ha habido días que he pensado que iba a morir, de hambre, de sed, de frío, de enfermedad…
–¿Estás segura de que te estoy ayudando?
–Sí, estoy segura de lo que estoy diciendo, porque al venir a preguntarme, al acercarte a mí, me has dado el valor suficiente para levantarme de este portal.
–Está bien, agárrate a mi brazo que nos vamos.
Juntos caminamos hasta llegar a mi casa, mientras la historia que me iba contando me encogía el corazón.
Valoración de “Ayúdame”
Este relato aborda el tema de la insensibilización frente a la desgracia y la injusticia. Se hace con gran sutileza, sin grandes discursos moralizantes. Simplemente se plantea una posible escena concreta que, sin embargo, puede servir para sacudir conciencias: la auténtica ayuda empieza por aprender a ver, a escuchar, por saber de las circunstancias y necesidades, por ponernos en el lugar del otro.
El autor o la autora lo expresa de forma sencilla en un microrrelato escena, es decir, se capta un momento, un encuentro con el personaje creado a partir de la fotografía. No se limita a describir la imagen, sino que plantea una situación narrativa en la que se prescinde de todo lo que ha podido ocurrir antes (esto se llama comienzo “in medias res”, en medio del asunto, de la historia) y también deja el final abierto, ya que solo interesa ese instante.
En ese corto período de tiempo se produce un diálogo entre el narrador o narradora, que relata el encuentro con la mujer. Ese narrador, en primera persona, actúa como narrador testigo, ya que la mujer mayor es la verdadera protagonista.
Un diálogo en apariencia sencillo que cambiará la vida de ambos personajes. Y, además, hace reflexionar al lector.
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CATEGORÍA A |
VIVIENDO EN LOS HUESOS
María siempre había tenido mucha hambre. No recordaba su estómago callado, siempre estaba rugiendo. Era como si fuera un león que vivía dentro de sus tripas ¡Qué digo un león! Era mucho más, como si una manada de leones hambrientos hubiese ocupando su barriga y siempre vivieran allí.
Buscando ayuda, encontró una hechicera y decidió hablar con ella para solucionarlo. Nunca había visto una hechicera, tenía una forma de vestir un tanto rara. Llevaba una mascarilla y un traje azul que parecía ser de plástico.
La hechicera le dijo que para no estar en los huesos tenía que alimentarse bien y para ello le dio pócimas curativas y comida.
Después de aquello su vida mejoró.
Se lo dio a todos los habitantes del poblado para que también se curasen.
Gracias a los hechiceros el pueblo ahora es más feliz y sus sonrisas alumbran más.
Valoración de “Viviendo en los huesos”
Este relato destaca por la frescura que desprende, ya que juega con el mundo de fantasía infantil al mismo tiempo que maneja las expectativas del lector, que va descubriendo la realidad. La necesidad y el hambre vistas desde la mirada de la infancia se desvelan poco a poco en el relato, aunque de manera indirecta, a través del personaje de la hechicera.
El narrador o narradora cuenta al lector los efectos que el hambre han provocado desde siempre a la protagonista, pero lo expresa con gran acierto imaginativo y hasta con un punto de humor: “una manada de leones hambrientos ocupando su barriga”. También supone un acierto el cambio de persona narrativa, con el que el narrador se hace presente en el relato con una expresión coloquial: “¡Qué digo un león!”.
La figura de la hechicera centra el interés del relato, ya que es percibida desde la mirada infantil de María, aunque ciertas pistas o detalles revelan al lector su verdadera identidad: donde María ve una forma de vestir estrafalaria, pócimas curativas y comida, el lector puede ver ayuda humanitaria.
Si el rumbo del relato da un giro con la intervención de los “hechiceros”, al final con el mismo tono alegre e ingenuo del resto del relato, se añade el bienestar y la felicidad de la comunidad.
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CATEGORÍA B |
Tumbada en la cama
Estaba tumbada en la cama. Para otras personas, esto puede significar tranquilidad, descanso, calma… Pero en esta situación, esas emociones no pueden estar presentes. Solo hay miseria y desesperación.
Las mismas palabras se repiten en mi cabeza: No hay solución. No se puede hacer nada. Los problemas no se van a ir. Mis fuerzas cada día son menos. Siento escalofríos repetidamente. Mis párpados se debilitan. Respirar cada vez es más doloroso. Aunque mi sentido del oído cada vez empeora, sigo oyendo los llantos de mis conocidos.
En esta situación, posiblemente lo mejor sea cerrar los ojos para no abrirlos nunca más. Aunque intente resistir, mi destino va a ser el mismo. Pasar lo que me queda de esta corta y desdichada vida tumbada en la cama.
Valoración de “Tumbada en la cama”
Han sido varios los relatos presentados en torno al tema de la desesperación, sin duda suscitado por las imágenes propuestas. En este caso, asistimos a los pensamientos de la narradora protagonista, que podemos identificar fácilmente en la fotografía. La falta de esperanza martillea en su cabeza y la lleva a discurrir por pensamientos y emociones negativas. No hay reflexión, solo desesperación.
Con una estructura muy bien planteada en tres párrafos, se desarrolla una sutil narratividad, casi solo insinuada, porque lo que más importa en el texto es captar un instante, en el que, sin embargo, bullen múltiples pensamientos y sensaciones. No se pretende cerrar con un final, al igual que tampoco importan demasiado los antecedentes a este instante. Lo relevante es la aberración que supone que cualquier ser humano haya llegado a esta situación.
Se utiliza la técnica narrativa del monólogo interior, que avanza plagado de connotaciones de oscuridad y negatividad. Para ello, el autor o autora ha seleccionado el vocabulario cuidadosamente: “miseria”, “desesperación”, “no”, “menos”, “debilitan”, “doloroso”, “empeora”, “llantos”, “nunca”, desdichada”… La connotación negativa es evidente y paulatinamente va creciendo en el lector cierta sensación de angustia, que no se ve aliviada al final, porque no parece haber alivio posible tampoco para el personaje.
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CATEGORÍA B |
Un mundo mudo
El tiempo pasaba mientras yo no sabía qué hacer, a mi alrededor sonaba una multitud de voces acompasadas, decidiendo un destino que no les pertenecía.
No es que los escuchase de todas formas, mis oídos habían dejado de funcionar esta mañana, recuerdo el momento exacto, aquel en el que firmaron mi compromiso de matrimonio.
Cuando los oí cerrar el trato, quise gritar, rasgarme la garganta expresando lo que sentía, noté cómo la cólera iba dominando cada fibra de mi ser, pero al momento de la verdad, todo mi mundo oscureció y las palabras decidieron abandonarme, supe porqué, en el fondo siempre lo había sabido, mi mundo era mudo.
Cuando regresé de mis pensamientos, la sala seguía siendo un caos de voces y personas moviéndose, pero a mí ya nada me importaba. No sé exactamente cuántas horas pasé tumbada, con la cabeza mirando a la pared, intentando encontrar las palabras que me habían sido robadas.
Pero no encontré nada, ellos habían conseguido hacer mi mundo mudo.
La voz de mi padre hizo callar a la sala, me levanté de la destartalada cama en la que me había aislado del mundo y dejé atrás el peluche con el que semanas antes jugaba, abandonando así por completo mi corta infancia.
Al pasar por la sala, desvié sin pretenderlo mi vista a los ojos de mi madre, donde vi el mismo vacío, en ese momento entendí que su mundo también fue silenciado.
Que el mundo de una mujer era mudo.
Valoración de “Un mundo mudo”
Este magnífico relato trata de la doble injusticia que padecen las mujeres por serlo y por ser pobres; pero también aborda con gran sensibilidad el tema de la pérdida de la inocencia.
A partir de la fotografía, reflejada en el instante del que parte el microrrelato, el autor o autora ha construido una potente narración en la que maneja perfectamente los saltos temporales, de manera que desde el momento presente hace varias retrospecciones a tiempos pasados (analepsis o flash-back, en lenguaje cinematográfico): las horas de la mañana en que se entera de su acuerdo de matrimonio y las semanas anteriores en que jugaba, ya que solo era una niña. Después de cada analepsis, la narradora regresa al tiempo presente y continúa relatando los acontecimientos de su entorno, que le provocan tal pánico que la ensordecen y enmudecen.
El relato está lleno de detalles, algunos de ellos de gran simbolismo, con los que el lector puede reconstruir la historia: el peluche de su inocencia infantil, el compromiso de matrimonio, las palabras que la abandonan, el estado de shock en que queda durante largo rato, el padre como figura autoritaria, la madre como figura anulada… Y, finalmente, la sentencia con la que se cierra el relato: “Que el mundo de una mujer era mudo”.
Con la paranomasia entre las palabas “mundo” y “mudo” (son palabras de sonido muy parecido) se consigue un efecto genial y aterrador: su mundo ha enmudecido, solo por ser mujer. Es decir, su libertad se ha coartado nadie va a escucharla ni a tener en cuenta su opinión. Como tampoco se hizo con su madre ni con otras mujeres. Así, desde los efectos físicos que siente la protagonista, nos lleva a la reflexión sobre la desigualdad y a la toma de conciencia sobre su destino, solo por ser mujer.
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CATEGORÍA C |
El túnel
–¿Quién elige, quién reparte los destinos?– Se pregunta la madre. Una madre vencida, abatida, desdibujada. Una vida corta, demasiado corta, llena de hambre, miseria, enfermedad. Con apenas fuerzas para hacer nada, solo traerla a ella. ¿Quién elige, quién reparte?
Ella, la hija, frágil, desprotegida, condenada al nacer, mirando quién sabe si con esperanza o con desesperación.
Me pregunto qué ven esos dos ojos… ¿luz al final del túnel?
O quizá solo la luz al final del túnel.
Valoración de “El túnel”
El tema de la fatalidad, el destino contra el que parece que no se puede luchar, aparece en el este relato muy breve que surge como un chispazo a partir de la fotografía. El microrrelato comienza con una reflexión cargada de tensión y termina con otra, que destila incertidumbre.
Lo inexplicable de la injusticia se expresa mediante tres preguntas retóricas que no tienen respuesta. La primera, en la voz una la protagonista a la que se atribuyen rasgos acordes con su presencia en la fotografía (“vencida, abatida, desdibujada”). Exactamente: desdibujada en la vida, al igual que en la fotografía. También el personaje de su hija está perfectamente captado en el retrato que se hace de ella.
El cambio en la voz narrativa, que se hace presente en el texto en primera persona (“Me pregunto…”) introduce un juego de palabras asombroso y escalofriante: “luz al final del túnel” frente a “la luz al final del túnel”; es decir, con una mínima variación en la forma de la expresión, nos situamos en la terrible incertidumbre ante un final esperanzador o un final abocado a la muerte.
Y la pregunta se deja en el lado del lector.
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CATEGORÍA C |
TE VEO
No desesperes.
He llegado hasta aquí,
Así que no desesperes.
No creas que estoy sola, la soledad solo desespera a los que no tienen ojos.
Así que no desesperes.
Y si en algún momento te desesperas, mírame a los ojos y si en ellos ves esperanza, es para que tú no desesperes.
Y con esa esperanza en mis ojos, brinda por la soledad de los que no están aquí y no tienen ojos.
Y solo tienen cárcel de soledad desesperada por no estar aquí, brindando por la añoranza de quienes tienen dos ojos que adulteran la muerte a través de la caridad, con la esperanza puesta en la mirada, sin importar el color de mis ojos.
Valoración de “Te veo”
“Te veo” no es propiamente un microrrelato, ya que carece de narratividad. Es más bien un texto en prosa lírica, una prosa poética muy próxima al verso libre o al versículo. Sin embargo, la originalidad de su planteamiento y el acertado manejo del lenguaje lo hacen merecedor de estar en esta selección.
En este texto se engloban muchos de los temas que se han podido apreciar en los relatos enviados en esta convocatoria: la desesperación, la necesidad de sensibilizarnos ante la injusticia, en qué consiste la verdadera ayuda… Pero, tal vez, el tema que sobresale es el de la esperanza. La esperanza basada en la empatía, en el acompañamiento y en la solidaridad entre los seres humanos.
El poema en prosa se plantea desde la segunda persona, que interpela directamente a la imagen. Y toma los ojos como símbolo de esa esperanza basada en el auténtico hermanamiento solidario. Frente a esos ojos, están quienes no tienen ojos -no ven, no ayudan, no ofrecen esperanza y se quedan aislados en una “cárcel de soledad desesperada”-; y también quienes equivocan la solidaridad con la caridad (“ojos que adulteran la muerte”).
El ritmo de este poema en prosa es marcado y peculiar, muy cuidado y acorde con el mensaje que se pretende transmitir. Se basa en la progresión en la longitud de los enunciados, que se va incrementando conforme avanza el poema (cortos al principio, más largos al final); en el juego insistente con la derivación entre antónimos -esperanza y desesperación-; y en las repeticiones a principio y al final de enunciados, es decir, en el juego con la anáfora (“Y…Y…Y..”) y la epífora (“no desesperes… no desesperes… no desesperes… no desesperes”, expresión que cierra enunciados hasta en cuatro ocasiones).
En definitiva, un texto muy elaborado y original, de gran fuerza expresiva y mensaje rotundo.