
CONSIDERACIONES GENERALES
En esta decimotercera edición del “Encuentro de microrrelatos”, se han preseleccionado 30 microrrelatos entre los 183 microrrelatos presentados. Dado el número desigual de participantes según las tres categorías, se acordó que la selección de los seis finalistas se distribuyera del siguiente modo: un finalista en la categoría A (Educación Primaria), tres finalistas en la categoría B (Educación Secundaria Obligatoria) y dos finalistas en la categoría C (Bachillerato, FP y Educación de Personas Adultas).
Para la selección de los seis finalistas se han tenido en cuenta los criterios recogidos en las bases de la convocatoria. En primer lugar, se ha considerado el modo en que los microrrelatos reflejan el lema sobre los Derechos Humanos que da sentido a estos encuentros. En esta ocasión ha sido “Inmigración: refugio y asilo (Bulos que general odio. ¡Vacúnate contra el racismo!)”, presente también en las fotografías inspiradoras que se facilitaban. Además, se han valorado aspectos del microrrelato como la narratividad, la intensidad o la capacidad de sugerencia. Es decir, se ha premiado que los textos expresen un asunto de gran calado con la brevedad y originalidad propias de este género literario. Para la publicación de los seis microrrelatos finalistas se han corregido pequeños errores de ortografía, puntuación o tipografía.
Ha sido un placer colaborar en este encuentro de creatividad concienciada. Muchas gracias a todos los participantes y enhorabuena a los treinta preseleccionados. La selección final ha sido difícil, ya que muchos podrían haber llegado a la última fase. Felicidades a los seis microrrelatos que han resultado finalistas.
Leticia Bustamante
Los relatos seleccionados en el XIII Encuentro de Microrrelatos organizado por Amnistia Internacional de Cantabria son los siguientes
- Categoría A:
- » Mi trabajo» – Darío Gómez Ruz del colegio Antonio Robinet de Vioño
 
 - Categoría B:
- «Sol» – Sol Flor del IES Torres Quevedo de Santander
 - «Voces en el alambre» – Ian Fernando Cuenca del colegio San Martín de Santander
 - «El último latido del mar» – Julia González Martín del IES Torres Quevedo de Santander
 
 - Categoría C:
- «2041, latitud Berlín» – Tomás Paraja Salmon del CEPA de Piélagos
 - «El silbido del viento» – Juan Diego Cavia del CEPA de Piélagos
 
 
RELACIÓN Y VALORACIÓN DE LOS RELATOS
MI TRABAJO
Soy una pala. Me usan en la huerta de Francisco. Le ayudo a cavar agujeros en los que siembra alimentos. Me gusta mi trabajo.
Me he oxidado. Francisco no me usa. Me llevan al punto limpio. Viajo a Asia donde me convierto en una lámpara. Ilumino las tardes de estudio de Sakura. Me gusta mi trabajo.
Sakura crece y se muda. Vuelvo al punto limpio. Viajo a África donde un hombre me utiliza como cubo para llevar agua a su pueblo desde un pozo lejano. Me gusta mi trabajo.
De repente, una mañana fría un general del ejército recoge todo el metal que encuentra (incluyéndome a mí). Me funde, me coloca un alambre de pinchos y me convierte en una valla que evita que las personas salgan de ese país. No me gusta mi trabajo.
Muchos años después, me siento triste pero gracias a las personas que luchan por la justicia la guerra acabó y la valla cayó. Ahora soy un camino hacia un futuro mejor. Me gusta mi trabajo.
Darío Gómez Ruz del colegio Antonio Robinet de Vioño
Valoración de “Mi trabajo”
La fotografía de la alambrada sirve como inspiración en este microrrelato que aúna sencillez y originalidad para tratar temas fundamentales: preocupación por el medio ambiente, desigualdades económicas, migración y solidaridad. Para hacerlo, se utiliza un punto de vista inusual, ya que se relata la vida útil del metal, refundido y reciclado en diversos objetos: una pala, una lámpara, un cubo, una valla y, con la caída de esta, un camino de esperanza. El viaje en el tiempo y en el espacio se narra desde esa primera persona que conduce a los lectores para que, desde su punto de vista, conozcan diversas realidades y necesidades. Con una prosa limpia y muy sencilla, se avanza con un ritmo marcado por las repeticiones al final de cada párrafo, recurso que se denomina epífora: “Me gusta mi trabajo”. Resulta muy efectiva la ruptura de esta repetición al referirse a la valla (“No me gusta mi trabajo”). De este modo, el narrador cierra el relato con un broche positivo y esperanzador para la humanidad.
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Valoración de “Sol”
Este microrrelato es un apóstrofe al sol, es decir, una apelación vehemente a una fuerza superior, que adquiere gran simbolismo. Discurre en un solo párrafo de prosa poética y no hay acción narrativa explícita, sino que serán los lectores quienes hayan de construir la historia oculta del personaje: ¿Quién es? ¿En qué situación se encuentra? ¿Qué fronteras o barreras anhela superar? La interpelación a esa segunda persona, “Tú”, se expresa con exhortaciones reiteradas −“llévame”, “Déjame”−, en una rítmica plegaria. La libertad, concepto central del texto, se relaciona con lo absoluto (“sol”, “luz”, “cielo” o “nubes”), con crecer y moverse libremente e incluso con la libertad de vivir y morir. A este grito por la libertad se añade la súplica para acabar con la injusticia y provocar la compasión (“templar las almas frías de los que matan”). Finalmente, con la búsqueda del sentido y de la esperanza se vuelve al ciclo solar y el texto se cierra con una estructura en vocativo (“Sol”), que conecta con el título.
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Valoración de “Voces de alambre”
Inspirado en varias de las fotografías proporcionadas, este relato pone el foco en la infancia para abordar con gran sensibilidad un abanico de temas como la pobreza, la desigualdad y la tragedia en la migración. Su originalidad reside en que las escenas parecen captadas desde la cámara de un dron que con pequeños desplazamientos sobrevuela el espacio: un poblado de chabolas, la valla, los restos de una barca… Abriendo y cerrando ese recorrido, la infancia, cuya esencia lúdica se impone pese a cualquier desgracia o injusticia. Impresiona el manejo del lenguaje para crear imágenes de gran calado poético y profundidad semántica: “ruido del hambre”, “sorbo de esperanza”, “se tragaba sueños”, “espina dorsal de metal”, “flotaba como un cadáver más”. Conmueve por su autenticidad la paradoja final del juego infantil en cualquier circunstancia, incluso en el infierno.
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Valoración de “El último latido del mar”
Este microrrelato atrapa al lector por su ambientación y por su estilo depurado: el narrador describe y relata lo esencial y prescinde de detalles accesorios. La historia esbozada resulta tristemente familiar: la huida de una situación vital peligrosa por un medio que no lo es menos. Con una escueta retrospección se aportan los antecedentes necesarios: la promesa de salvación garantizada en el pasado. Pero lo más importante del relato es el ambiente de terror que se crea al relatar la huida: disparos, el mar hostil, miedo en la mirada y en los brazos. Sensaciones y emociones envuelven al lector gracias a la cuidada selección léxica, que apela también a nuestros sentidos: “quemaba”, “se escuchan”, “los ojos”, “con fuerza”, “estruendo”, “sintió”, “escuchar”. La conexión entre el título y el cierre del relato dota de mayor fuerza al final epifánico o revelador, que desvela la terrible tragedia. La muerte, tras “el último latido del mar” acaba con el ruido y con el miedo, pero también con la esperanza.
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Valoración de “2041, Latitud Berlín”
Desde el título sabemos que este microrrelato nos va a situar en el terreno de la distopía, es decir, en una sociedad futura donde el ser humano se encuentra alienado. Con una estructura narrativa propia del relato de viaje, a modo de cuaderno de bitácora, el narrador ofrece primero el marco espacio temporal para iniciar luego el itinerario que le llevará, junto a su pequeña hija, por diversos hitos hasta las costas escandinavas. La narración se va completando con ensoñaciones del narrador que, mediante la retrospección evoca miedos de su niñez y mediante la anticipación adelanta el incierto futuro. La alambrada se percibe como límite hostil, amenazante como un animal y aniquiladora de esperanzas. Es fundamental la anécdota con el libro del danés Hans Christian Andersen que, símbolo de inocencia y fantasía infantil, resultará pisoteado. En el tierno diálogo final entre padre e hija termina de evidenciarse el paralelismo de este relato distópico con la realidad a la que asistimos cada día. De momento, desde el otro lado.
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Valoración de “El silbido del viento”
En este original microrrelato se asocian dos realidades muy diferentes gracias a la mirada evocadora del narrador. Además, con un cuidado estilo se desgranan sugerentes descripciones y se introduce una breve y certera secuencia narrativa. El resultado es un texto que discurre con naturalidad y emoción contenida. Resulta asombrosa el contraste entre la naturaleza vivificante del agua en las plantas de judías, que fluye con prodigiosa belleza, frente a la monstruosa alambrada, que separa, daña, aísla y discrimina. Su malignidad se concreta en el relato de un suceso terrible, que se relata con sencillez y se cierra con una imagen tan impactante como conmovedora (“Quedaron boca arriba, con los pies temblando, como impulsados por el deseo de volver a nacer”). En el párrafo final, ambas realidades antitéticas se asocian por el silbido del viento que da título al relato. Y la evidencia deja al lector perplejo. Precioso.

