Mediterráneo
Artículo de opinión escrito por María Jesús Monedero.
«¿En qué momento se había jodido el Perú?» Esta frase del comienzo de la novela Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Llosa, es muy conocida y citada y ha rondado mi cabeza durante este verano, pero cambiando Perú por Mediterráneo. Oír la canción de Serrat produce dolor cuando se piensa en la realidad. «Yo, que en la piel tengo el sabor / Amargo del llanto eterno / Que han vertido en ti cien pueblos / De Algeciras a Estambul / Para que pintes de azul / Sus largas noches de invierno».
La Vanguardia está publicando una serie de reportajes con el título genérico RIP Mare Nostrum. Son muchos autores y no puedo citarlos a todos. El acrónimo RIP (Descanse en Paz) nos serviría igualmente para los muertos incesantes que se traga este mar. El mar se muere y en él se mueren a millares quienes son expulsados de sus tierras por conflictos propios, sí, pero, sobre todo, por nuestras políticas y ambición económica. Muchas guerras también tienen que ver con nuestra forma de vida ¿Habrá que hablar una vez más de coltán, de cobalto?
Y, si alguien duda de por qué hay tanta gente que se va, que viene, escuchemos testimonios como el de Abdoulaye Samb, más conocido como Thimbo Samb, que creció en un pueblo de pescadores de Senegal y empezó a ver cómo los barcos occidentales llegaban a pescar peces y les dejaban sin nada: «cuando uno no tiene nada que perder, no tiene miedo a morir». Recomendable el reportaje «La peor cara de Europa con los migrantes» (María Martín/Lola García, El País 3/09/23). Un repaso duro a todas las realidades de la migración, sin olvidar las torturas en países amigos.
El 20 de mayo de 2015 nos concentramos en el Bulevar con carteles que denunciaban las muertes en el mar. Una imagen recordaba el aumento de muertes desde 2014 (3.500) a 2015 (1.700 en medio año). Había una fotografía con James Cameron y Ángela Merkel en una barca. Lo cuento para tener conciencia del tiempo pasado. Ese mismo año, unos meses después, nos conmovió la fotografía de Alan Kurdi, muerto boca abajo en una playa.
La indecencia y la falta de humanidad han ido en aumento y ya no hay vergüenza ninguna. Se refuerzan las fronteras y se invierte más en seguridad. Se buscan soluciones imaginativas, como desplazar a las personas no deseadas (intentarlo, al menos) a países africanos, encerrarlas en un barco prisión y más. Hace una semana la isla italiana de Lampedusa vio llegar en un solo día 7.000 migrantes. La primera ministra Giorgia Meloni pidió ayuda a Úrsula Von der Leyen, que viajó a la isla para ver en primera persona la situación. Idafe Martín Pérez ha escrito un artículo impecable donde analiza los 10 puntos de la propuesta que salió de esa reunión (El plan inútil de la Comisión Europea para la crisis migratoria en Italia, Infolibre 19/09/23).
El cuarto jueves de cada mes, un grupo de personas se concentra, en el Bulevar del Gran Capitán, en el Círculo de Silencio en solidaridad con las personas migrantes y refugiadas. La indiferencia y la impotencia no son una opción.
Artículo escrito por María Jesús Monedero, disponible en:
https://www.diariocordoba.com/opinion/2023/09/30/mediterraneo-92736956.html