ENTREGA DEL PREMIO DE RELATOS CORTOS DE AI Andalucía
NOS GUSTARÍA VEROS EN EL ACTO DE ENTREGA.
Ya tenemos día y hora para el evento de entrega del Certamen de Relatos Cortos de Amnistía Internacional Andalucía. Día 14 de octubre, lunes, 18,30 horas , Ateneo de Málaga.
Contaremos con la presencia de la ganadora, Bárbara Muñumer,(con su obra Medusa o la Rosa Desgarrada), con activistas del grupo de Málaga y del equipo de Medios de Comunicación de Amnistía Internacional de Andalucía y también agradecemos su presencia a Tecla Lumbreras Krauel, quien con su intensa trayectoria en el mundo de la cultura, el arte y su labor como profesora en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Málaga compartirá con los presentes su dilatada experiencia en el tema. Volvemos a incluir la obra de Bárbara. Las personas socias de Málaga recibirán personalmente una invitación al evento. Cualquier duda o sugerencia en nuestro correo. Nos vemos próximamente
prensa.andalucia@es.amnesty.org
MEDUSA O LA ROSA DESGARRADA
Se había sentado a leer en el salón un libro de mitología clásica: el mito de Medusa.
Fuera caía una granizada terrible que golpeaba las ventanas. Su móvil sonó. Cerró el libro,
dejando su pulgar metido en la página en la que se llegaba y contestó.
—Mamá, ¿otra vez?, ¿qué quieres?
–– ¿Estás bien, cariño?
El joven alejó un poco el teléfono del oído.
—Estoy bien, mamá—respondió hastiado, dejando el libro sobre la mesa y metiendo
el mechero entre sus páginas.
— ¿De verdad? Hijo, me tienes preocupadísima. Solo quería saber cómo estás… ¿Por qué no me
llamas y me cuentas cómo…?
El joven volvió a alejar el teléfono de u oído.
—Mamá… ¿otra vez con eso? —preguntó, mientras cogía un cigarrillo y sacaba el
mechero del libro, perdiendo sin darse cuenta la página donde se encontraba—.Ya te he dicho
que está todo bien. Mira, aquí está cayendo una granizada terrible. ¿Qué tiempo hace por allí?
—No sé qué pensar, hijo…Sería mejor que ella no estuviera en casa. ¿Sigue bebiendo
de esa manera?
—Eh…bueno, estoy intentando ayudarla. Y deja de gritarme, por favor.
—Dime la verdad.
—Deja de preguntarme las mismas cosas todo el tiempo, mamá.
— ¿Dónde está ella ahora?
—Durmiendo.
— ¿A las tres de la tarde? Con lo que era…
—Eh… sí, ya sabes que ha perdido toda su rutina… Pero está volviendo poco a poco
a la normalidad… —dijo el joven, dando una calada profunda al cigarrillo.
— ¿Normalidad? ¿Eso es normalidad? Hijo…, vuelvo a repetirte que ya no es adecuada
para ti. Ha dejado su trabajo, bebe como una condenada…
—Eh…mamá, ¿cómo está papá?, ¿sigue con el régimen?
—Ayer lo pillé engullendo panceta…Qué le vamos a hacer.
—Bueno, comer es algo natural, mamá, no te enfades con él…
— ¿Y ella sigue sin probar bocado?
—Eh…bueno, ya no come a las horas…,está muy cansada, es eso…
—Qué triste, qué triste. Cuando pienso cómo…
—Mamá, por favor, déjalo ya —dijo el joven, exhalando una bocanada de humo.
—Es que es tan terrible… Lo hablaba anoche con tu padre. Una chica tan brillante
como ella, con toda la vida por delante… ¿Habéis ido a la psicóloga?
—Sí.
— ¿Y le contó lo que le pasó?
—Al parecer se lo contó todo.
— ¿Y qué le dijo?
—Pues…
— ¿Mencionó ese asunto de los cerdos?
—Creo que dijo algo de eso, sí—dijo el joven, dirigiéndose hacia la ventana y
observando cómo el granizo golpeaba los cristales una y otra vez.
—Cariño, estamos verdaderamente muy preocupados por ti. Hay muchas mujeres en
el mundo, déjala y comienza de nuevo. Puedes volver con nosotros a casa…
—Mamá, déjalo ya. No voy a volver a casa.
—Cariño…te lo digo porque te quiero. Ya no es la misma mujer, ¿no te das cuenta?
Pero… ¿tú has hablado con la psicóloga?
—Eh…más o menos. Tenía mucho lío.
— ¿Cómo que más o menos? ¿Le dijiste lo que hace con las rosas?
—Mamá, ella solo necesita un cambio de aires y mucho reposo. Olvidar lo que le pasó
y punto. Y tú no eres de gran ayuda.
— ¿No le preguntaste si ella puede ser peligrosa?
—Oye, ¿le has comprado a papá esa camisa que quería por Navidad?
—No, no había de su talla. Ya ves que se está poniendo como un toro. Está muy nervioso también
con tu asunto, hijo. Te lo vuelvo a preguntar ,cielo .¿De verdad todo va bien?
—Que sí —dijo el joven, hastiado, mientras apagaba la colilla en el cenicero y cogía
otro cigarrillo.
— ¿Y no quieres volver con nosotros? Sabes que aquí estás seguro. Cuando pienso en
cómo la encontraron en aquel callejón…Esa devoción por el trabajo que tenía…A quién se le
ocurre salir a las tantas…¿No se daba cuenta de que es mujer? Ella sola provocó esa
situación… Es la culpable de lo que le ha pasado…
—Oye mamá —dijo el joven apresuradamente dejando el cigarro entero y humeante
sobre el cenicero—. Tengo que colgar, se ha despertado.
— ¿Se ha cambiado el pijama?¿O sigue pasando de todo?
—Mamá, tengo que dejarte, de verdad. Hablamos otro día.
—Llámame cuando haga algo raro, ¿vale?
—Que sí, mamá.
—Prométemelo.
—Que sí. Te dejo, un beso —dijo, colgando el teléfono y mirando hacia la figura
demacrada que llegaba hasta el salón.
Llevaba un pijama gris muy sucio, con un lamparón de grasa cerca del cuello, junto al
primer botón. Su pelo oscuro y lacio caía despeinado sobre la espalda, y sus ojos negros, aunque
parecían mirar el temporal que había fuera, estaban vacíos como un par de pozos sin fondo.
—Hola cariño, ¿vas a comer?, ¿te preparo algo?—le preguntó el joven.
—Tienes una camisa muy bonita: roja.
— ¿Roja? Cariño, es blanca.
— ¿Blanca?
La muchacha se sentó a su lado y comenzó a desgarrar las rosas rojas del jarrón con
aquella mirada perdida .Los pétalos cayeron como gotas de sangre sobre las baldosas blancas.
— ¿Qué te han hecho?—sollozó el joven, mientras ocultaba su rostro con las manos.
—Nada es nuevo bajo el sol. ¿Te cuento una de las historias más viejas del mundo?
—dijo ella, clavando sus ojos negros en los de él.
—Dime, cariño—dijo él, mirándola y apartando las manos de su rostro.
—Hay muchas manadas de cerdos que salen por las noches a desgarrar rosas.