Andalucía
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FOTOGRAFÍA : Creador: UN Photo/Evan Schneider . extraido del blog de Amnistía Internacional España

Cristóbal Fco. Fábrega Ruiz.

Coordinador de Amnistía Internacional de Jaén.

PUBLICADO EN EL DIARIO JAÉN EL DÍA 9/2/2025

Todos los años sobre el 27 de enero, coincidiendo con la liberación del campo de exterminio nazi alemán de Auschwitz-Birkenau que, por cierto, hoy cumple 80 años, se rinde tributo a la memoria de las víctimas del Holocausto y nos ratificamos en nuestro compromiso de luchar contra el antisemitismo, el racismo y toda otra forma de intolerancia que pueda conducir a actos violentos contra determinados grupos humanos.

Como indica mi buen amigo Luis Sánchez Cáceres, de la Fundación Internacional de Derechos Humanos, el nazismo no comenzó con campos de concentración ni cámaras de gas. Tampoco nació con los horrores más extremos que la humanidad haya conocido, sino con discursos de odio, con la creación de una retórica basada en criminalizar y “culpar al otro” de todos los males.

Esa misma maquinaria del odio se pone en marcha una vez más. Basándose en la estrategia del miedo, de la deshumanización, de la creación artificial de enemigos imaginarios a quienes señalar como responsables de todos los problemas, se incuba el huevo de la serpiente que da lugar a estos episodios horribles de la historia humana.

Hannah Arendt acuño el concepto de la Banalidad del mal para describir cómo un sistema de poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos cuando se realiza como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus propios actos.

Se señalan como enemigos a aquellas personas que no forman parte de un modelo de sociedad. Inmigrantes, personas trans, colectivo LGTBIQ+, feminismo, etc… se transforman en los nuevos chivos expiatorios para justificar los fracasos y mantener en el poder a los que representan los poderes dominantes.

Dice Sánchez Cáceres que quienes difunden este tipo de discursos no pretenden recuperar absolutamente nada que no sea imponer un modelo de sociedad y una concepción de la sociedad y del mundo en la que no hay espacio para la enorme diversidad que está presente y que enriquece a toda la humanidad. Para ellos la diferencia no es más que una amenaza y la disidencia es un peligro que hay que neutralizar a toda costa. Lo vemos en el furibundo ataque de Trump a la diversidad social.

Como advirtió Primo Levi, la barbarie no comienza con las cámaras de gas, sino en aquellas pequeñas renuncias morales, en la normalización del desprecio hacia quien es diferente y en la aceptación de que ciertas personas valen menos que otras cuando, en realidad, todas las personas tenemos exactamente el mismo valor.

Resistir no es únicamente un acto político, sino una clara obligación moral. La participación de la sociedad, la movilización pacífica, la denuncia de los discursos de odio y la lucha contra las falsas noticias son fundamentales para evitar el nacimiento de la serpiente.

Como indica mi buen amigo Luis, hemos de ser conscientes del papel de la solidaridad y de cómo las redes comunitarias pueden llegar a marcar la diferencia. Cuando apoyamos a los grupos y colectivos más vulnerables, también visibilizamos sus luchas y sus logros, contribuyendo a generar espacios de encuentro y debate que ayudan a poner freno a la expansión del odio construyendo una sociedad más fuerte, más justa, libre, igualitaria y diversa.

Solo si nos unimos en la defensa de los derechos de todos sin excepción, si desoímos las mentiras que tratan de llevarnos a esa banalidad del mal que denunciaba Arendt, podremos acabar con estos hechos. Decía Martin Luther King que lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos. No seamos indiferentes ante la injusticia. #FIN#

 Juan Ignacio Cortés (@JuanICortes), colaborador de Amnistía Internacional, el 27 de enero de 2025 escribe en el blog de AMNISTÍA INTERNACIONAL ESPAÑA:

 El secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres alertaba en 2019 contra la desmemoria con motivo del Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las víctimas del Holocausto: “A medida que el número de supervivientes del Holocausto disminuye, nos corresponde extremar la vigilancia porque… ‘el odio que comienza con los judíos nunca termina con los judíos’”.

La política francesa Simone Veil, superviviente de Auschwitz dijo que  “La Shoá fue única en la historia, pero el veneno del racismo, el antisemitismo, el rechazo del Otro y el odio han sido amenazas diarias siempre”.

La necesidad de no caer en la tentación de la desesperanza llevó a la creación de la Organización de las Naciones Unidas antes incluso del final de la guerra y, poco después, el 10 de diciembre de 1948, a la adopción de la Declaración Univedrsal de los Derechos Humanos.

El preámbulo de la misma refleja un sentido mea culpa por el horror vivido: “El desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”.

El artículo 1 era un claro alegato contra el antisemitismo y cualquier tipo de discriminación: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Esa promesa de igualdad y fraternidad sigue incumplida, pero esto no significa que debamos reconocer un fracaso. Significa que debemos seguir caminando, guiados por la aspiración a una sociedad más libre y justa, hacia ese horizonte llamado utopía. 

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