Andalucía
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Almería sale a las calles en apoyo a la flotilla humanitaria y la lucha del pueblo palestino, 2 de octubre de 2025.
Foto: Ana Cejudo Leiva

Gaza es hoy el producto de la indiferencia. Callar es participar en el crimen. Mientras miles mueren y millones huyen, el mundo sigue debatiendo “acuerdos de paz” que no llegan. Frente a la deshumanización no hay neutralidad posible.

Dos años después del inicio de la ofensiva israelí, la realidad en Gaza ha sobrepasado toda frontera moral. Más de 67.000 personas han sido asesinadas, entre ellas más de 20.000 niños. Al menos 1.700 profesionales sanitarios y más de 400 trabajadores humanitarios han perdido la vida. Unas 14.000 personas permanecen desaparecidas, muchas aún bajo los escombros. El 90% de la población, unos 2,1 millones de personas, ha sido desplazada, y más del 90% de los edificios están destruidos o gravemente dañados, según datos de Naciones Unidas. El sistema sanitario está colapsado y la desnutrición avanza sin freno. Gaza es hoy un territorio donde el bloqueo se ha convertido en castigo colectivo.

A principios de octubre, la Armada israelí interceptó la flotilla Global Sumud, que transportaba ayuda humanitaria hacia la Franja. A bordo viajaban médicos, estudiantes y cooperantes de distintos países. Cuesta entender qué amenaza puede representar un barco de voluntarios para una potencia militar. ¿Qué miedo despierta la posibilidad de que el mundo mire directamente la herida? El control, al fin y al cabo, se impone cuando el poder teme perder el relato. Pero incluso interceptada, la flotilla logró su propósito de hacer visible lo que tantos intentan ocultar: que las vidas palestinas siguen siendo tratadas como prescindibles.

Nada, sin embargo, es eterno. Tampoco los sistemas de opresión. Otra flotilla prepara su salida hacia Gaza. La historia enseña que los muros acaban cayendo, como cayó el apartheid en Sudáfrica, que parecía indestructible hasta que la sociedad civil, dentro y fuera del país, decidió romper el silencio.

La pregunta es si nosotros, desde nuestros privilegios, encontraremos el tiempo y el coraje para hacerlo ahora.

El 4 de octubre, decenas de miles de personas salieron a las calles de ciudades de todo el mundo para exigir un alto el fuego inmediato, el fin de la ocupación y un boicot integral, comercial, político y cultural a Israel. Cientos de entidades sociales y sindicatos se sumaron a las protestas. CCOO y UGT han convocado paros parciales el 15 de octubre para denunciar la violencia y mostrar la solidaridad de la clase trabajadora con el pueblo palestino. Al mismo tiempo, artistas e instituciones culturales promueven el boicot cultural a Israel, mientras continúa la campaña de “Espacios Libres de Apartheid Israelí (ELAI)” impulsada por comercios y colectivos en todo el país.

Mientras tanto, el sistema tiene una habilidad siniestra para observar, engullir, digerir y regurgitar las acciones sociales a su antojo. Así, el tan citado por los políticos “acuerdo de paz” no es más que una herramienta para invalidar las múltiples iniciativas populares y sociales que surgen en todo el mundo para ayudar al pueblo palestino.

No hay neutralidad posible frente a la deshumanización. Desde Amnistía Internacional, seguimos documentando, denunciando y exigiendo que se respete el Derecho Internacional Humanitario.

Porque cada vida cuenta y porque el silencio es cómplice.

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