Las princesas no hacen caca
Un amigo mío, maestro de gente menuda, me refirió una conversación entre dos niñas de unos siete años: “¡Que no, que las princesas no hacen caca!”, decía una. «¡Qué sí la hacen y si no revientan. Y tú, por muy princesa que seas, ¡tienes que hacer caca!”
Autora: Celia de la Cuadra, Equipo violencia contra las mujeres de Amnistía Internacional Madrid
Acabo de ver, en la intranet de Amnistía internacional España, un precioso resumen de las actividades desarrolladas durante 2019 acompañadas de fotos y enviadas por Ana Gómez Pérez-Nieva.
El primer punto se ha centrado en que las mujeres hemos dicho basta un año más: no sólo hemos salido a la calle sino que también hemos reclamado medidas contra la violencia sexual en nuestro informe «Ya es hora de que me creas» y exigido a las comunidades autónomas que concretaran medidas para abordar la violencia sexual.
Ya he manifestado en este blog que creo imprescindible que nuestra lucha se complemente en nuestras actividades, nuestras conversaciones y en nuestras fiestas infantiles, en donde no es infrecuente destacar el aspecto de princesas de nuestras niñas.
He aquí mi segunda participación tratando de aportar ideas para practicar el feminismo en nuestro día a día:
Un amigo mío, maestro de gente menuda, me refirió una conversación entre dos niñas de unos siete años: “¡Que no, que las princesas no hacen caca!”, decía una. ¡Qué sí la hacen y si no revientan. Y tú, por muy princesa que seas, ¡tienes que hacer caca!”, comentaba la otra mejor informada. “Me has dejado de piedra”, le dije a mi amigo, “jamás escuché semejante cosa”. “¿No?”, respondía mi amigo, “pero, ¿a qué crees que se debe el famoso estreñimiento femenino? Me quedé pensando, lo primero es que no sabía de la fama de tal estreñimiento, lo segundo que de relacionarlo con algo sería con lesiones del parto. Pero, ¿por ser princesa?
¡El machismo en el retrete!, lo que nos faltaba
Hablé con personal médico de mi entorno y del entorno de internet: que si estreñimiento infantil con tratamiento sicológico para corregirlo, que si estreñimiento cultural, que si el reaprendizaje de la defecación… Y todo con el agravante de que decían el genérico masculino: niños. Entendí poco y seguí de piedra.
Hablé con gente más joven que yo -cosa fácil a mi edad- y me enseñaron muchas cosas: como cuentos de princesas que se tiran pedos, como muñecas principescas que hacen caca de plastilina marrón, como el trabajo del diseñador Paul Westover, quién recreó cómo se verían estas damiselas visitando el sanitario, dibujando en el retrete a Blancanieves, a Mulán, a Bella, a Pocahontas y a la Bella Durmiente con su cánula para la bolsa del pis. Y para superar el status de piedra, que es desagradable, me dediqué a pensar.
Mis pensamientos se cristalizaron una mañana en la que, tras nuestra reunión en el Centro de Mayores, el grupo nos fuimos a tomar el aperitivo a un bar del barrio del Pilar. Los restos de una fiesta infantil decoraban aún el lugar y ante el infaltable Happy Birthday Princess hice un gesto de desagrado. La panda se interesó por mi gesto y les conté lo de la caca. Nos pasamos el aperitivo analizando la relación del status de princesa con la anorexia, con la inseguridad a la hora del sexo (por lo del desnudo), con las horribles operaciones de estética a los 40 y los 50, con…
Por favor, celebremos con gran alegría la maravilla que es tenerlas a nuestro lado, pero nunca las invitemos a abandonar lo mejor que son: niñas.