A una guerrera
Me acuerdo del día en que te conocí, tu mirada reflejaba alegría y fiereza a primera vista. Después me di cuenta de que tenías un don para ocultar tu tristeza, te habías dado cuenta de que lamentarse no cambia nada y sólo genera que los demás sientan pena por ti. Habías decidido tomar las riendas […]
Me acuerdo del día en que te conocí, tu mirada reflejaba alegría y fiereza a primera vista. Después me di cuenta de que tenías un don para ocultar tu tristeza, te habías dado cuenta de que lamentarse no cambia nada y sólo genera que los demás sientan pena por ti. Habías decidido tomar las riendas de tu vida y no dejar que otros decidirán por tí. Y eso que esos otros eran muchos, cobardes, pero muchos, e iban muy bien armados.
Tuviste que ver cómo mataban a tu bebé con una bala que quería matarte a ti. No te dejaron ni darle sepultura, lo sacaron de su fosa para tirarlo al río y así hacerte más daño.
Tuviste que ver cómo le lavaban el cerebro a tu hijo para que se incorporara a los paramilitares, para que dejase a un lado su humanidad y fuese capaz de matar porque sí. Tuviste que ver cómo la luz de sus ojos se iba apagando, cómo iba desapareciendo tu niño. Y tú, mientras, poniendo la cara frente a esos matones, defendiendo el derecho de proteger a tu hijo, arriesgando tu vida por poder dar una oportunidad a la suya. Y conseguías cosas, porque tienes ese don de la perseverancia y la fuerza, porque contagias a los que están a tu alrededor con esas ganas de luchar… y los malos se dieron cuenta. Y te lo mataron, como mataron a tantos otros, a machetazo limpio, disfrutando de la ausencia de humanidad.
Y muchas más amigas y conocidos tuviste que ver caer, les asesinaron por defender su tierra, simplemente por eso, por defender que los dejaran vivir en paz en un pedazo de tierra… y por eso iban también a por tí. Muchas veces estuvieron cerca de conseguirlo, pero alguna estrella te protegía y te hacía salvarte de situaciones imposibles. Hasta que lo viste tan mal que tuviste que pedir ayuda, muy a tu pesar tuviste que dejar tu tierra, tu espacio humanitario de Buenaventura ( Colombia ) por el que tanto luchaste, y te viniste a España durante un tiempo, hasta que las cosas se calmaran y decidieras si podías volver o te quedabas.
Porque no es una decisión fácil, nunca queréis abandonar la lucha, pero el peaje es muy alto y tu familia muy extensa.. y tú conseguiste traerlos a todos aquí, contigo. Recuerdo cuando supiste que te podías traer a tu hija embarazada, que podría tener una oportunidad fuera de esa guerra que acaba con tantas vidas. Te sentías tan agradecida por tener esta oportunidad, por haber podido salir de allí.
Recuerdo tan latente tu energía.. tu sonrisa… te conocí poco y me marcaste, y a todos mis compañeros, no pasaste desapercibida para nadie. A todos se nos ha caído alguna lágrima hoy por ti… porque después de todo lo que has pasado, después de sentir que aquí podías estar a salvo, te han asesinado. Eres una nueva víctima de violencia de género. Tu pareja ha decidido quitarte la vida, no era suya, pero así lo ha decidido. Nos ha robado tu presencia, tu lucha, la luz de una guerrera que nunca bajó las manos.. ni en el último momento.
Que la tierra te sea leve, Dorys Valenzuela.
Equipo de América Latina (AIM)