Zapatos
«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos». En el Día Internacional de los Derechos Humanos queremos hablar del 50% de la población que no ve respetado el primer artículo de la Declaración de derechos humanos: las mujeres.
Texto de Celia, del Equipo de Violencia contra las Mujeres de Amnistía Internacional Madrid
Acabamos de pasar el 25 de noviembre y su entorno que, como un huracán nos envuelve en conferencias y actividades, como la Jornada de Violencia de Género de ALA en el colegio de abogados, las reuniones para coordinarnos, la recogida de firmas leyendo el manifiesto de #Ya Es Hora De Que Me Creas, o el reparto de pegatinas de #SoloYoDecido cuando se toca…
Y mientras acudo a todo esto, o escucho a mis compañeras que acudieron a donde yo no pude, pienso: aquí falta algo. Y pienso y pienso y caigo en la cuenta: falta nuestro día a día, nuestras conversaciones, nuestras fiestas, nuestros zapatos.
Si le digo a alguien que el machismo se mete en los zapatos, se reirá de mí y, sin embargo, ¿hay algo más dañino para una mujer que esos tacones anormalmente grandes que obligan a una postura forzada y a la imposibilidad de ser rápida o eficaz? Pero tiene tal éxito que es modelo del bote que contiene un estupendo perfume femenino. Esos zapatos me recuerdan la antigua costumbre china de vendar fuertemente los pies de las recién nacidas para que no crecieran porque los muñones resultantes se consideraban muy femeninos. El machismo se mete igual en los pies que en la cabeza.
Ayer fui feliz. En el metro me dediqué a observar los pies de todas las mujeres que estaban, salían o entraban; diferentes edades, distintos estilos y. absolutamente todas, llevaban zapatos planos, deportivos o no y, algunas, un tacón bajo. Después observé un escaparate de zapatería y estaba lleno de deportivas de lujo, platas, oros, brillos, alzas bajo todo el zapato para poder apoyar bien el pie pese a estar más altas.
Mas tarde, en el parque, le pregunté a unas adolescentes “¿os gustan esos tacones tan exagerados?”. “Sí, molan”, me contestaron. “¿Y no os duelen los pies?”, insistí. «Los llevamos en una bolsa hasta el baile y, luego, nos los volvemos a quitar”. Y ”continué pesada, “¿qué os parecen los deportivos de lujo?”. “Súper guais”.
Vamos avanzando, concluí ese día.