Andalucía
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FALLADOS EL IX PREMIO AMNISTÍA INTERNACIONAL DE RELATOS CORTOS Y EL VII EN FOTOGRAFÍA EN DDHH

ENTREGA DE PREMIOS: DÍA 2 DE DICIEMBRE EN JAÉN

Sabiendo de la importancia que tiene la defensa de los derechos humanos, Aministía Internacional celebra anualmente el Premio Amnistía Internacional a la mejor fotografía y el mejor relato corto del año. Este año, Jaén ha sido la ciudad elegida para la entrega de estos premios en defensa de los derechos humanos fundamentales.

Premio Amnistía Internacional
Equipo de AI con las fotografías y relatos ganadores

Premio Amnistía Internacional a la mejor fotografía 2023

Ganadora de Fotografía Premio Amnistía Internacional: Mirzana Bexherti, es originaria de Alemania de padres balcánicos. Estudió Derecho y Derecho Europeo y Internacional. Tras licenciarse, se tomó un año sabático para hacer un voluntariado en el Norte de Grecia y adquirir experiencia profesional en defensa de los derechos humanos. Fue allí donde empezó a hacer trabajos audiovisuales y sentir pasión por la fotografía y desde entonces siempre va acompañada de su cámara. Tras este año comenzó un máster en Derechos Humanos en Venecia y en la Universidad de Sevilla donde vive desde entonces. Al terminar sus estudios obtuvo una beca para realizar trabajo de campo sobre la prevención de la violencia de género y los feminicidios en Quito, Ecuador.

Datos de la foto ganadora

Lugar donde se tomó está fotografía el 8 de Marzo de 2023: Ecuador.

Título: 8M

Texto: En la marcha de 8M 2023 en Quito, Ecuador, salieron miles de mujeres en la calle exigiendo libertad en un momento de. una crisis de seguridad. En Ecuador, una mujer es asesinada cada 23 horas.

Artículos 2 y 3 de la Declaración de Derechos Humanos.

Fotografía ganadora Premio Amnistía Internacional – 8M

Premio Amnistía Internacional a la mejor fotografía
FOTOGRAFIA GANADORA 8M –  Mirzana Bexherti

Premio Amnistía Internacional al mejor relato corto 2023

Ganadora Premio Amnistía Internacional Relatos cortos: Aida Romero con su obra Cintas Blancas

Nacida en Tarragona (1995), graduada en enfermería (2017) y especialista en salud mental (2021). Escritora novel con varias novelas terminadas y trabajando para su edición, así como amante de los concursos de relato breve y poesía.

Premios ganados

Primer premio en XXXIX Concurs literari de Sant Jordi (España, abril 2011), con relato publicado: Silenci.

Publicación en la Convocatoria para el número doce de la revista literaria Alborismos (Venezuela, junio 2023), con dos microrrelatos publicados: El fin del mundo, Para toda la eternidad.

Finalista del III Certamen de Relato Breve El sombrero de tres picos (España, agosto 2023), con relato publicado: El tomate le salvó la vida.

Segunda mención de honor en el I Certamen Literario Centro de Jubilados y Pensionados Centenario Pergamino Mi abuelo y yo (Argentina, septiembre 2023), con el relato: Campos de lavanda.

Publicación en II Certamen Microrrelatos feministas de la Universidad de La Rioja (España, septiembre 2023), con microrrelato publicado: Quimera.

Segundo premio en I Concurso Nacional Seguridad del Paciente (España, octubre 2023), con relato publicado: Estrellas en el mar.

Primer premio en II Certamen de Relatos Cortos Francisco Martín Larami (España, octubre 2023), con relato publicado: El eco del recuerdo.

Segundo premio en II Premio Astarté de Relatos Cortos y Poesía (España, noviembre 2023), con relato publicado: Bordado a mano.

Premio Amnistía Internacional al mejor relato corto - Aida Romero
AIDA ROMERO

Obra ganadora – Cintas blancas

Duele. Dentro. En el corazón.

Las cintas me rodean las muñecas y los tobillos, rasgándome a través de la piel hasta llegar a mi alma. Me han atado. Otra vez. Por mucho que ese sentimiento me aterre, no existe otra forma de decirlo. Mi cuerpo está aprisionado a una cama de hospital, despojado de dignidad y libertad. Ni siquiera puedo voltearme para apaciguar la presión en las lumbares, ni mucho menos rascarme la nariz.

El pánico trepa por mis pantorrillas y me susurra secretos al oído. Sé que lo último que debo hacer es gritar y quejarme por la privación de mis derechos, por vulnerar a mi persona, ya que eso aumentará los días en que pase atada a esta horrible cama. Siento la lengua pastosa y la sed me suplica que aclare mi garganta. Miro a mi alrededor y me encuentro sola.

El sentimiento de soledad es tan profundo que me aterra, me paraliza en mil nervios tan rígidos que solo un chasquido los quebraría. Observo las paredes pintadas de blanco, donde las sombras se acumulan en las esquinas sin una mota de polvo. El fluorescente en el techo, una luz demasiado brillante para mis verdosos ojos, me señala desde arriba.

Lo último que recuerdo es que estaba en casa, los pensamientos parecían volar en mi cabeza y me sentía demasiado confundida. La medicación no estaba ayudándome y acudí al servicio de urgencias. A partir de ese momento, todas las imágenes se presentaban borrosas y difusas. Creo que alguien me gritaba que me calmara, y otros me sujetaron, y luego… Nada. Solo fragmentos desordenados con chispas de luz ambarina.

Ni siquiera sé cuántos días llevo durmiendo, pero la pesadez de mis párpados me indica que tal vez lleve varias noches desorientada y confusa.

Mis pensamientos callan cuando escucho el crujido de una cerradura. Abren la puerta de mi cautiverio y una hermosa mujer se acerca. La miro detenidamente, observando su cabello rojizo y la tristeza de su rostro, donde las arrugas marcan el mapa de la experiencia.

—María. —Mi nombre suena a bayas silvestres en sus labios—. Siento mucho lo que ha ocurrido. ¿Cómo te encuentras?

—Tengo sed —le digo, porque es lo primero que se me ocurre—, estoy incómoda.

—Pienso unos segundos en cómo decirle que quiero que me suelte, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. ¿Qué ha sucedido?

—Hace dos noches viniste a urgencias. La enfermedad se había descompensado —me dice. Me gusta que hable del trastorno bipolar de aquella manera, sin prejuicios ni estigma hacia mí—. No había personal sanitario suficiente. No tuvimos otra opción.

—Lo entiendo —le respondo. Por supuesto que no comprendo cómo la sanidad puede hacerle algo así a una persona, pero me obligo a tragarme mis palabras.

La mujer hace un amago de volver sobre sus pasos, pero se detiene a medio camino. Se voltea y regresa hacia mí. Siento sus manos en mi brazo derecho, realizando suaves círculos mientras me mira con una mueca desconsolada.

Esto no se puede entender —susurra—. La contención mecánica es horrible. Lo sé— admite. Y solo con su voz, hace que cualquier nudo de nervios apretado se deshaga como la mantequilla—. Comprendo que estés enfadada y molesta, por eso y por no poder ver a tu familia porque tienen prohibida las visitas en el área de psiquiatría. —Hace una pequeña pausa y acomoda los cojines—. Lo siento María, lo siento mucho.

¿Por qué me pides disculpas? —Ajusta las contenciones y mi piel se siente un poco más fresca y ligera—. Tú no haces las leyes, la responsabilidad de…

—Es mi responsabilidad, María —me interrumpe—. Como enfermera. —Se aclara la garganta—. Como persona de este mundo —rectifica—. Han vulnerado tus derechos, tu integridad, y soy cómplice una vez más.

De pronto, me doy cuenta de que no tengo palabras de consuelo para ella. La enfermera se queda el silencio y este nos envuelve en un manto aterciopelado. Tal vez no sean necesarias, sencillamente con mirarnos nos decimos más que con los labios.

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Como miembro del colectivo activista por los derechos en salud mental, conozco la Declaración Universal de los Derechos Humanos como la palma de mi mano. Las personas que padecemos un trastorno mental luchamos por nuestra libertad de expresión, porque nos escuchen y nos hagan partícipes en nuestro propio tratamiento. Trabajamos por una seguridad íntegra y por poder decidir en cada momento, aunque nos hallemos en una situación aguda o descompensada, lo que necesitamos y queremos para nuestra vida.

Sin embargo, el estigma se convierte en una gran brecha entre los afectados, la población y los servicios sanitarios.

—¿Necesitas algo más? —escuchó de repente. Regreso a mi mente y la veo en el umbral de la puerta.

—Un vaso de agua estaría bien, muchas gracias.

Necesitar. La palabra rebota en mi cabeza, atrapándome por completo. Me hubiera gustado responderle que lo que necesito es salir de esta habitación, poder recuperarme de forma tranquila y sin estas ataduras, ver a mi familia y saber qué ha pasado en el exterior en todo este tiempo. Necesito un trato digno y sentirme con la capacidad de decidir en mi proceso de salud.

A los pocos minutos regresa con el vaso y varios compañeros. La enfermera me sonríe de oreja a oreja, los dientes alineados de una forma perfecta.

—Vamos a quitarte esto, María —me dice. Y mi corazón se detiene un segundo—. Puede que las leyes todavía no hayan cambiado, pero en el equipo estamos a favor de vuestros derechos.

Sin añadir una sílaba más, arrancan aquellas horribles cintas blancas de mis brazos, mi cintura y mis piernas. Cuando por fin me hallo sentada, me doy cuenta de que no estaba respirando, no al menos de una forma consciente y profunda. Tomo una gran bocanada de aire fresco y dejo que mis pulmones se llenen, la libertad revoloteando por mi piel.

—Gracias —murmuro. Ella me toma de la mano y me guía hacia la salida.

—No tienes por qué darlas, María.

Salimos a la luz brillante de los pasillos y me acompaña hacia una de las salas comunes. Hay otros pacientes que están coloreando, leyendo o simplemente hablando entre ellos. Las puertas del fondo están cerradas, custodiando nuestra libertad como animales enjaulados en barrotes dorados.

Todavía queda tanto por luchar, tanto por trabajar… Pero en aquel momento, me permito sentarme en una amplia butaca y mirar por la ventana. El cielo azulado parece una enorme manta sin una nube blanca, acunando al sol ardiente en el centro. Tal vez allá se encuentren las respuestas que tanto necesito, un mundo de ensueño donde todos podamos vivir en armonía y complicidad.

El sueño es tierno y pequeño, un brote sembrado en aquellos corazones que sienten, padecen y actúan

FIN.

Entrega de premios

El acto de entrega de premios se celebró el día 2 de diciembre a las seis de la tarde en el Aula de Cultura de la Diputación Provincial de Jaén. Plaza de San Francisco, 2. 23071.

Además, se hizo un directo en Instagram con todo el acto.

El evento dio inicio con la bienvenida a todos los asistentes por parte de Tania Paiva y Francisco Maroto, actuales coordinadores de Medios de Comunicación de Amnistía Andalucía. Ambos coordinadores destacaron la valentía de los asistentes que acudieron a la cita pese al encendido del alumbrado navideño que había en la ciudad prácticamente a la misma hora. Además, recordaron la especial importancia de este evento, sabiendo que el 10 de diciembre celebramos el 75º Aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos.

Los coordinadores dieron paso a Ángeles Díaz, concejala del Ayuntamiento de Jaén. La concejala habló sobre la importancia de este tipo de eventos, donde se visibiliza las personas en riesgo de exclusión, o los que sufren vulnerabilidades de los derechos humanos. Estos premios de AI evidencia la lucha de esa resistencia, buen ejemplo de eso es la fotografía ganadora. También destaca la labor necesaria de la protección y mejora de los derechos a la salud mental.

9 años de concurso, 9 años uniendo arte y derechos humanos

Después de la bienvenida de la concejala, Tania destacó que el concurso trata de visibilizar los derechos humanos. Repasó el historial de todas las fotografías ganadoras y los concursos, desde el primero realizado en 2015.

Algunos artículos de la Declaración de Derechos Humanos destacados fueron el derecho a la educación (art. 26 – fotografía ganadora “¡Yo!” de Fernando Gainzarain González); derecho al trabajo (artículo 23.3 de salubridad y condiciones laborales), con la fotografía ganadora de la 4ª convocatoria, “Ghana, vertedero tecnológico”, donde se capta la instantánea del mayor vertedero tecnológico de África, situado en Ghana (Aghbobloshie), región en la que 40.000 personas trabajan en montañas de basura tecnológica y ganan, por una jornada de no menos de 12 horas, entre tres y cinco euros la hora, todo sabiendo que Europa es la principal exportadora de este tipo de basura.

También se pudo ver, entre las imágenes ganadoras, el derecho a ser libre de discriminación de la mano de la fotografía ganadora del año 2021 llamada “Mujer intenta detener avance policial en protesta pacífica” de José Rafael Rivas Lugo. La foto se tomó en Ecuador, donde una mujer es asesinada cada 23 horas.

La simbología del premio

Tania Paiva se encarga de mostrar el galardón de este año y explicar la simbología de este en relación con los derechos humanos: la llama, como esa luz que vela por la protección de los derechos humanos y el metal, simbolizado por los obstáculos, duros como el mismo metal, al que los defensores de derechos humanos se tienen que enfrentar en su camino.

Galadornes a la mejor fotografía y mejor relato corto 2023

Defensa de los derechos en la salud mental: el caso de Cintas Blancas

Se entregan los premios a las ganadoras y, aun no pudiendo estar presencialmente, Aida Romero dedicó unas palabras al propósito de escribir “Cintas blancas” y agradeció haber ganado el Premio Amnistía Internacional 2023 al mejor relato. La abogacía del reemplazo de la contención mecánica en pacientes que padecen enfermedades relacionadas con la salud mental por la desescalada verbal o el uso de fármacos es un tema patente en el relato, que denuncia la necesidad de contar con profesionales y la formación adecuados en el tratamiento de enfermedades de este tipo. Amnistía Internacional este año ha hecho una actividad de presión para que se aumente en 25% el presupuesto a Sanidad para atención primaria, algo muy alineado con la temática del relato.

Además, el texto refiere a los artículos 3, 5 o 19 de la declaración de Derechos Humanos. Como enfermera y especialista en salud mental, Aida describió la impotencia generada cuando tiene tratar a 30 pacientes sola, sin poder hacer mucho para cambiar la situación. Además, señala que el profesional sanitario es visto como “el malo de la película”, cuando en realidad lo que falta en las plantas de salud mental es personal cualificado, una reducción de la ratio de pacientes tratados por enfermera/o. Es necesario, añadió, quitar el estigma y proveer recursos y buenas instalaciones en los centros psiquiátricos.

Arte y derechos humanos

Luego contamos con la intervención de Cristóbal Fábrega, coordinador del grupo local de Jaén, para hablar de “Arte y Derechos Humanos” y jsutificar la importantes de un Premio Amnistía Internacional.

Cristóbal agradece a la Diputación Provincial de Jaén por hacer fácil la celebración de este evento y habla de lo que significa el arte y los derechos humanos, haciendo especial mención a la música.

A la izquierda, Cristóbal Fábrega; a la derecha, Francico Maroto y en el centro, Tania Paiva.

El arte, expuso, siempre ha estado en estrecha relación con Amnistía. Mario Benedetti, por ejemplo, refleja la amistad y las luchas en la calle, incentivando a que nadie se rinda. Es un poeta de amor cuando
escribe: “[…] Si te quiero es porque sos mi amor […] y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.

Juan Genovés, otro ejemplo de artista comprometido socialmente hasta el punto de afirmar que “los derechos humanos son el mayor poema que ha escrito la humanidad”, cede los derechos de “El abrazo” para la puesta en marcha de Amnistía Internacional en España.

Aun cuando nadie conocía Amnistía Internacional en España, añadió Cristóbal, en 1977 la organización gana el premio Nobel de la Paz.

Músicos como Sting, Tracy Chapman, Yoko Ono, U2, Lenny Kravitz, Chavela Vargas, John Lennon, Cristina Aguilera, Enrique Morente y El último de la fila, entre otros y en diferentes momentos, dan paso a una nueva conexión entre música y derechos humanos.

Al finalizar la entrega de premios contamos con la participación musical del cantautor Julio Demonio, que destacó brevemente que el ser humano es un ser creativo y, ello, por sí solo, conlleva a creer en el derecho a la creatividad, sobre todo cuando pudieran estar en riesgo.

Colaboración de Julio Demonio

Y con la música de Julio Demonio. Julio es el alter ego de Julio A. García Aparicio, quien después de haber tocado en diversas formaciones de rock y blues en Jaén, desde muy temprana edad, decidió lanzarse ,desde hace ya algunos años, al mundo de la música en solitario con el deseo de difundir sus propias canciones, acompañado de sus guitarras y armónica. Desde entonces, ha ido consolidando una puesta en escena que sorprende por su desenvoltura y sencillez. Su último trabajo lleva por título «Cavernarios»

Sitio web

https://juliodemonio.bandcamp.com/

https://www.facebook.com/julio.demonio.1/

https://www.youtube.com/c/JULIODEMONIO

A ambos agradecemos su colaboración desinteresada. Estamos seguros de que el evento merecerá la pena. Gracias a todas las personas organizadoras y colaboradoras. NOS VEMOS

JAÉN

Diseño del cartel : @clubdellorar