Cantabria
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Acto de lectura de los relatos finalistas en el XII Encuentro de Microrrelatos, celebrado en el Ateneo de Santander.

Para la selección de los seis finalistas se han tenido en cuenta los criterios recogidos en las bases de la convocatoria: género literario que se solicita, extensión máxima requerida, temática de esta edición y propuestas visuales que se ofrecen como inspiración. Por tanto, se ha valorado que los textos contengan rasgos propios del microrrelato: narratividad, elipsis, intensidad y capacidad de sugerencia. En consecuencia, se busca que los textos interpelen al lector para que reconstruya las historias ocultas, se emocione, se sorprenda o reflexione. Además, se ha premiado la corrección y la originalidad.

En la edición de este año, la participación y la preselección arrojaban un número muy desigual de textos para cada una de las categorías, por lo que, siguiendo los criterios de calidad anteriormente expuestos y de acuerdo con el comité que ha llevado a cabo la preselección, me he tomado la licencia de escoger un solo texto de la categoría A (Primaria), tres textos de la categoría B (Secundaria) y dos textos de la categoría C (Bachillerato, Formación Profesional y Educación de Personas Adultas).

Para la publicación de los seis textos finalistas, en algunos casos se han corregido pequeños errores gramaticales, de ortografía, puntuación o tipografía.

Como en cada convocatoria, ha sido un placer colaborar en este encuentro de creatividad concienciada. Muchas gracias a todos los participantes, enhorabuena a los veintiocho preseleccionados y, en especial, a los autores de estos seis microrrelatos finalistas.

Leticia Bustamante

Santander, 6 de abril de 2024.

FINALISTAS 2024

El Sábado , 20 de mayo se realizó el acto de lectura de los 6 relatos finalistas en el XII Concurso de Microrrelatos

Categoría A: – TEMOR

Categoría B: – BOZAL MIEDO – DESDE LA ESTANTERÍA

Categoría C: – VOCES CALLADAS – SIEMPRE DE PASO

LOS RELATOS Y SU ANÁLISISBajar en PDF

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TEMOR

Me sobresalto, oigo ruidos, tengo mucho miedo, siento que mi madre tira fuertemente de mi mano, ahí me doy cuenta de que estamos corriendo. Hay mucha gente a mi alrededor, también están corriendo desesperados, todo es caos, gente herida, charcos de sangre, lloros… es una locura. No sé a dónde vamos, vivimos en Odesa, pero no reconozco dónde estamos, todo está destruido y en ruinas. Finalmente nos escondemos en el sótano de una casa, parece un lugar seguro. Encontramos una esquina, nos dejamos caer en el suelo agotadas y mi madre me abraza. Tiemblo de pánico en sus brazos, temor por saber si vamos a sobrevivir, temor por no saber qué ha pasado, temor por no saber dónde está el resto de mi familia, temor a no poder hablar, temor a no poder decir lo que pienso, temor a gritar: “NO A LA GUERRA”. A lo lejos se oyen sirenas y el ruido de explosiones continuas. El edificio se tambalea y siento como si se fuera a caer encima. Tengo pánico. Mi madre se va a por una manta y le ruego que no me deje sola, me dice que enseguida vuelve. Espero que vuelva, aterrorizada y en la oscuridad, de pronto se oyen pasos…

Lucia Jara Gómez en la lectura del microrrelato

Valoración de “Temor”

En este microrrelato, en el que el narrador o narradora protagonista lleva al lector a las entrañas de la guerra desde su vulnerabilidad infantil, destacan ciertos logros estructurales -comienzo y final- así como un estupendo dominio del ritmo.

A partir de un comienzo abrupto (“in medias res”, se denomina esta técnica), se suceden tres períodos rítmicos perfectamente acompasados: ritmo trepidante al principio, marcado por verbos dinámicos (“mi madre tira fuertemente”, “estamos corriendo”, “nos escondemos”); unos instantes de remanso en el que se dejan aflorar las emociones (“mi madre me abraza”, “tiemblo de pánico”, “temor…”, temor…”, “temor…”, “Tengo pánico”); y, por último, la expectación ante un final abierto, preparado gracias a esta gradación del miedo con la que se ha ido creando la tensión propicia para un desenlace.

Pero el desenlace no se resuelve, sino que es cada lector quien ha de completar el relato, que se ha dejado hábilmente en suspenso: ¿De quién son esos pasos? ¿Corre peligro la vida del protagonista? Hagan un ejercicio de imaginación.

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BOZAL

Me preparo. Desayuno. Me pongo el bozal, un día más. Salgo a la calle a fingir que no lo llevo puesto. Me hago unos selfies con un filtro que disimula muy bien mi falta de boca. Elijo la mejor foto y la subo a Instagram.

Vega Junco Torre en la lectura de su relato

Valoración de “Bozal”

Este microrrelato expresa la gran contradicción creada por la dictadura de la imagen en las redes sociales. El individuo expone una versión distorsionada de su intimidad y persigue la validación, que se rige por unos valores superficiales y falsos. De este modo, lo que en origen debían ser sistemas de comunicación interpersonal han impuesto ciertos códigos por los que se autocensura y se censura la libertad de expresión. El peligro de todo ello es que llega a trascender el ámbito digital y nos afecta seriamente como individuos y como sociedad.

La magia de este texto es que consigue transmitir esta compleja paradoja en un relato brevísimo, de gran concisión y depuración expresiva, en el que incluso las construcciones sintácticas, escuetas al máximo, transmiten esa realidad de manera descarnada.

Algunos elementos simbólicos como “bozal”, “falta de boca” y “filtros” (este último, no solo es simbólico), funcionan perfectamente en este relato alegórico.

Todo resulta escalofriante al aunar sencillez expresiva, profundidad conceptual y reflejo de la realidad.

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MIEDO

Nadie dijo nada. El silencio se había instaurado en las calles tras el discurso que nos había hecho tener miedo de nuestros propios pensamientos.

Temíamos que cualquier error nos señalara como traidores y, por lo tanto, nos condenara a la desgracia. Miré a todos los que estaban a mi alrededor. Sus expresiones sombrías dejaban claro que tenían demasiado que perder. No podían mostrar su disconformidad. Arriesgarse.

Al día siguiente, yo ya no estaría allí para verlo. Levanté la mano y di un paso al frente para PROTESTAR.

Adara Alonso Llorente

Valoración de “Miedo”

La clave temática de este microrrelato es el miedo como emoción que, provocada desde el autoritarismo, anula la libertad de expresión y hace mella en la sociedad y en cada uno de los individuos. Se perciben ecos de una abundante y variada tradición literaria y cinematográfica al respecto. Es inevitable pensar tanto en obras que han reflejado sistemas dictatoriales sufridos a lo largo de la Historia como en creaciones que han recreado distopías situadas en un futuro imaginado.

Se trata de un texto en el que se prescinde de espacios, lugares o personajes concretos. No es eso lo que interesa. Lo más relevante es cómo se consigue crear y extender ese ambiente de sumisión, miedo y desconfianza. La falta de reacción al autoritarismo se expresa con términos que connotan claramente esa anulación: “silencio”, “traidores”, “desgracia” o “expresiones sombrías”.

Con el final, el protagonista se desmarca en un acto luminoso que intuimos heroico: “PROTESTAR”. Porque la consecuencia asegurada a esa respuesta es la exclusión del grupo, ya sea por huida o ya sea por represalias trágicas. La ambigüedad en el desenlace, que ha de resolver el lector, es propia de este género.

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DESDE LA ESTANTERÍA 

Cuando Liliya estaba alegremente en el salón, conmigo a su lado, vio en la televisión las noticias de última hora sobre la primera detonación de una bomba en su país. Estupefacta, corrió tan deprisa como sus pequeñas piernas le dejaban para llegar a donde sus padres y preguntarles sobre las noticias.

Durante los meses siguientes, yo perdí mi nariz y mi brazo, mientras que ella perdió a su padre en la batalla. Pasaba las noches abrazada a mí y a su madre, sin saber si íbamos a sobrevivir esa semana. Lo único sobre lo que yo podía pensar era que una niña de seis años no debería estar preocupada sobre eso. Apenas medio año atrás, sus únicas preocupaciones eran los dibujos animados que habría en la televisión esa tarde.

Pasaron quince meses cuando pudimos salir del país, pero ahora éramos solo nosotros dos, su madre murió a los cuarenta y cinco años en el bombardeo del hospital donde trabajaba.

Liliya acaba de cumplir ocho años, lo celebró con su familia adoptiva en el jardín de su casa y, como regalo, me cosieron un brazo y una nariz, esta vez rosa.

Ahora está en el salón, viendo su serie favorita, y aunque yo ya no permanezco siempre a su lado, me conformo con observarla desde la estantería en la que estoy, al lado de una foto suya con su familia y conmigo en sus brazos, tomada la mañana del 24 de febrero de 2022.

Mencía Pérez de la Torre

Valoración de “Desde la estantería”

En este microrrelato se trata con sutilidad el asunto de la libertad de expresión, ya que uno de sus mayores logros es que el narrador solo puede relatar los horrores de la guerra y sus consecuencias en la ficción, puesto que es un juguete, de ahí el título.

El relato de la guerra se centra en la figura de una niña y parece bastante convencional, aunque no por ello menos terrible. Sin embargo, la perspectiva de ese original narrador, dotado de capacidad de percepción, reflexión y cariño, proporciona al lector los datos de los sucesos que se van desencadenando. Uno de los mayores aciertos es el paralelismo que se establece entre la suerte que corre el muñeco y lo que acontece en la vida de la niña, ya que la acompaña en la desgracia y en la alegría: “…yo perdí mi nariz y mi brazo, mientras que ella perdió a su padre en la batalla”; “Liliya acaba de cumplir ocho años, lo celebró con su familia adoptiva en el jardín de su casa y, como regalo, me cosieron un brazo y una nariz, esta vez rosa”.

La referencia en la última línea al 24 de febrero de 2022, fecha del inicio de la invasión rusa de Ucrania, proporciona verosimilitud a la historia y sitúa su comienzo.

Así, son varios los rasgos propios del microrrelato que se han trabajado en el texto con gran acierto: el título, que supone un guiño al lector; un narrador inusual que focaliza el relato desde una perspectiva peculiar; y la estructura circular por la que el final enlaza con el principio y dota de sentido completo al relato.

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VOCES CALLADAS

Noche oscura. Con sigilo, una sombra se acerca a la pared que corre paralela a las vías.

«Agitar, ¡clac, clac! Línea vertical, línea horizontal abajo. Agitar, ¡clac, clac! Línea vertical. ¡Clac, clac! Línea vertical, semicírculo, semicírculo…» Su cerebro va a mil por hora y sus sentidos están atentos a cualquier señal de alarma. ¡Ya casi lo tiene! «Línea vertical, punto».

Da un paso atrás y contempla satisfecho su trabajo. El silencio lo envuelve. Se sube la capucha del chándal y desaparece furtivo.

Por unos segundos, se abre paso la luz de la luna. En rojo sangre, sobre la tapia blanca, el grito más universal: ¡LIBERTAD!

Pilar Pallares Ramo

Valoración de “Voces calladas”

Este microrrelato ofrece un planteamiento narrativo muy original, ya que sorprende al lector con un juego de metaescritura que solo se desvela en la última palabra del texto: “¡LIBERTAD!”. Se trata de un desenlace epifánico o revelador, frecuente en este género narrativo breve.

El narrador, en tercera persona, crea una atmósfera nocturna muy cuidada: la oscuridad, el silencio y la soledad favorecen los actos clandestinos del protagonista así como su anonimato.

En este ambiente, irrumpe el discurso entrecomillado con el que se manifiestan el pensamiento y los actos del personaje protagonista, expresado con onomatopeyas y palabras en principio incomprensibles, que apelan a nuestros sentidos (“¡clac, clac! Línea vertical…”).

Las últimas líneas, esclarecedoras en todos los sentidos, son el acierto definitivo, ya que mediante tres imágenes de gran plasticidad –“la luz de la luna”, “rojo sangre”, “tapia blanca”- consigue que comprendamos lo que se estaba relatando.

El texto es perfecto en su planteamiento y en su ejecución. Por eso consigue guiar al lector, sorprenderlo y contagiar la rabia del grito final.

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SIEMPRE DE PASO(AUTE)

El viento sur nocturno rugía desde la bahía y mezclaba el mundo trayendo olores a fango y algas podridas. Ascendí desde el puerto con las velas ligeras de la imaginación.

La plaza Fahrenheit era un inmenso auditorio. Con una cerveza en la mano coree esa canción ochentera: “1582, el Sol no se ponía en nuestro imperio…”. En otro escenario unas madrileñas tarareaban “Camins, somnis, I promeses”. Me uní a ellas. (Escuché insultos aberrantes de ultras enfrentados horas antes).

En un bar de paredes forradas con retratos del Ché y Frida Kahlo bailé con una chica desconocida al ritmo hipnótico de Ska-P: “¡Revolución, revolución… Víctor Jara cantó!”. Afuera el Sur incesante acercaba rostros, arruinaba tupés, derribaba copas… (Una voz amenazante me increpó).

En Mariana Pineda un boliviano rasgueaba su guitarra cantando: “Siento al caminar toda la piel de América…”. Al terminar nos fundimos en un abrazo trans-oceánico-hemisférico.

Camino de regreso, todavía celebré un chiste irreverente en Cañadío.

Y recé por mi hermana frente al pórtico de Santa Lucía.

Oí pasos….

Amanecía.

La experta puñalada llegó del lado del mar —¿fanatismo, sectarismo…? — da igual desde qué ismo partió. Una niña refugiada contemplaba atónita la escena.

Desde el suelo, oblicuamente, vi a los primeros paseantes diseminarse por el muelle y las dunas de espumas recortadas contra Somo y Pedreña. 

En mi sueño esa curtida niña desplegaba al viento una sencilla bandera blanca.   Ahora pude por fin distinguir la leyenda bordada en su tela: “No hay idea más reaccionaria que la ignorancia”.

Tomas Pataja Salmón

Valoración de “Siempre de paso (Aute)”

A veces, en este encuentro de microrrelatos seleccionamos algunos que destacan especialmente por tratarse de propuestas arriesgadas y poco convencionales. Este microrrelato es uno de ellos. Se trata de un hipertexto, un relato onírico plagado de referencias culturales que constituyen claves para su comprensión completa.

Desde el mismo título ya apreciamos que “El pensamiento no puede tomar asiento, el pensamiento es estar siempre de paso”, como cantaba el mismo Aute. Por eso, el protagonista, recorre en su itinerario delirante una ciudad de Santander con diversos hitos de libertad reivindicada: la plaza Fahrenheit (distopía de Ray Bradbury), un bar con retratos del Ché y Fridha Kalho, o el espacio denominado Mariana Pineda (esa heroína reivindicada por Lorca). La música que clama por la libertad le va acompañando en ese viaje a lo largo de la noche.

La puñalada da un giro al relato y viene a cercenar este recorrido libertario. Y el lema en la bandera del espectro simbólico -la niña refugiada- explica por qué se han ido escogiendo todas esas claves culturales: “No hay idea más reaccionaria que la ignorancia”. Un consejo: busquen las referencias si no las conocen y escuchen las canciones. Verán cómo el relato se expande más allá del texto y la percepción de su lectura cambia por completo.

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