Madrid
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Podemos ser activistas desde cualquier ámbito, no siempre tiene que ir de la mano de una gran organización. El activismo empieza en casa o en nuestros círculos más cercanos, para así contribuir a poner fin a la idea de que la mujer es una subordinación del hombre. A erradicar la deshumanización de las mujeres.

Autora: Marina Amat Sanz, Equipo de Derechos de las Mujeres y Niñas de AIM

Cuanto más leemos (las mujeres) a autoras divulgadoras de teoría feminista y nos formamos sobre los diferentes tipos de violencia ejercidas contra la mujer, mayor es la sensación de desprotección y vulnerabilidad que en nosotras crece. Dicha inseguridad, se hace directamente proporcional a la rabia e impotencia que nos invade.

Es por ello, que la formación y sensibilización en igualdad, se acaba convirtiendo en un proceso doloroso, pues es darse de bruces contra la realidad, es tener consciencia plena de la cruel opresión a la que estamos sometidas la mitad de la población mundial.

Ante este escenario desalentador, podemos sentirnos desmotivadas o sin saber orientarnos hacia el siguiente paso a seguir.

Aun con esto, y frente a estas dudas, solo cabe una firme opción: la continua formación sumado a un ferviente activismo. De esta manera, estaremos remando a favor de conseguir una sociedad más igualitaria.

Podemos ser activistas desde cualquier ámbito, no siempre tiene que ir de la mano de una gran organización. El activismo empieza en casa. En nuestros círculos más cercanos. Cierto es que se tiene un menor altavoz, pero con un calado igual de potente o más. Estos actos individuales son fundamentales para fomentar y potenciar la concienciación en igualdad.

Evidentemente, no siempre es fácil alzar la voz para frenar determinadas actitudes machistas, ya que muchas mujeres disponen de un ambiente o contexto desfavorable para ello.

Siendo conscientes de esto último, quienes sí contamos con un entorno favorable, debemos usar el espacio que tenemos para que nuestras reivindicaciones sean escuchadas.

Pueden parecernos actos con poca trascendencia o insignificantes, pero en la práctica y a largo plazo, llegan a tener un efecto enorme, pues hacen en su conjunto la suma de múltiples acciones encaminadas hacia un mismo objetivo; contribuir a poner fin a la idea de que la mujer es una subordinación del hombre. En definitiva, erradicar la deshumanización de las mujeres.