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Los derechos de las mujeres son los derechos de la comunidad, los derechos de los menores

En el mes de noviembre siempre me ha gustado teñir esta columna de violeta. Este año, con las continuas noticias de niños muertos, tengo que abrir la mirada. Al final es la misma mirada. Se habla de niños muertos como de mujeres muertas para evitar la palabra asesinato. Esta palabra solo se utiliza cuando son «los otros». Para matar a alguien lo primero es despojarle de humanidad, convertirle en no humano, o en objetivo, o en daño colateral.

El vértice de la vergüenza se alcanzó con las palabras de Yoav Galant (ministro de Defensa de Israel): «No habrá electricidad, ni comida, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando con animales humanos y así procederemos». Dice el periodista Javier Espinosa: «Los que cubrimos el genocidio de Ruanda sabemos que el «lenguaje fue antesala de la catástrofe».

Jamás disculparé a quien asesina a civiles en nombre de un objetivo. En este camino de privar de humanidad a los muertos solo se dan números. Y el mejor remedio para combatir el olvido es publicar nombres, fotos. Volver a rehumanizar.

Y, si no nos obsesionamos por los números y pensamos que cualquier vida humana es importante, volveremos a nuestro mes de noviembre en el que recordamos que la violencia contra las mujeres sigue presente y sigue siendo negada por personas y grupos. Y recordaremos, con tristeza, que los menores, niños y niñas, se utilizan también, violencia vicaria, para causar daño a las mujeres. Al igual que, en otro contexto, se asumen sus muertes, asesinatos, como daños colaterales. No hay imágenes más terribles que las de un padre, madre, con un niño muerto en brazos. No hay imagen más desoladora que la de la incubadora con varios bebés compartiendo espacio porque los cortes de electricidad no permiten otra cosa. Sabiendo que, aun así, muchos morirán.

Los derechos de las mujeres son los derechos de la comunidad, los derechos de los menores. Quien se considera con el derecho a relacionarse con una mujer de manera violenta está manifestando la misma actitud de quienes, con su fuerza y el amparo que les dan grupos poderosos, se creen con la autoridad de decidir sobre la vida y la muerte. También de los más indefensos. Vayamos más allá y no perdamos la capacidad de reflexionar y, en consecuencia, actuar. Marta Peirano publicó un artículo titulado «El octavo mandamiento del genocidio» (El País, 16/10/2023) del que destaco este párrafo: «El punto número ocho dice: los hutus deberán dejar de tener compasión por los tutsis. La compasión es peligrosa porque humaniza a las personas. Decimos que son campañas diseñadas para deshumanizar a las víctimas, pero el genocidio no requiere la deshumanización de la víctima, sino la del agresor».

Por qué In-Humanidad. Los adjetivos ya se han gastado. Hay que intentar llamar la atención, pararnos un momento en las palabras para no pasar de largo y percibirlas automáticamente. No nos quedan palabras. Tenemos que inventarlas.

Artículo disponible en: https://www.diariocordoba.com/opinion/2023/11/25/in-humanidad-95066866.html

Artículo escrito por María Jesus Monedero

Activista de Amnistía Internacional