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Una palabra a tiempo puede matar o humillar sin que uno se manche las manos. Pierre Desproges[1] No es la primera vez que tratamos en este blog el tema de la violencia más o menos velada[2]. El abuso explícito no es el arma más peligrosa del atropello verbal. El insulto o la descalificación descarada son […]

Una palabra a tiempo puede matar o humillar

sin que uno se manche las manos.

Pierre Desproges[1]

No es la primera vez que tratamos en este blog el tema de la violencia más o menos velada[2].

El abuso explícito no es el arma más peligrosa del atropello verbal. El insulto o la descalificación descarada son demasiado evidentes para hacer que se tambalee la estructura emotiva y cognitiva de la persona abusada. Sin embargo, el abuso lábil es un arma letal en esa batalla sin cuartel, pues la actuación verbal a la que nos referimos se caracteriza por unos juegos mentales tan enredosos y confusos, verdaderos laberintos, que producen el trastorno psicológico, la desorientación mental, el agotamiento y la frustración.

Los cambios de sutileza a descaro son los que van a conseguir que la persona abusada se encuentre siempre con la guardia baja, y facilitarán el control mental que podrá utilizar a su antojo. Cuando se emplean palabras hirientes, la persona atacada es consciente de ello, y eso puede provocar el efecto de contraataque o defensa, sin embargo cuando los ataques verbales son perpetrados calladamente puede ser incluso complicado interpretarlos como abusivos, y precisamente al producirse de manera insidiosa pueden ser demoledores para la psique de la persona atacada.

Este tipo de ataques verbales se caracteriza por venir acompañado de una prosodia y/o una gestualidad paradójica; es decir que, por ejemplo, expresiones verbales hirientes se acompañan con gestos hieráticos, e incluso amistosos, y viceversa expresiones faciales desaprobadoras (e.g. rostro exasperado o enfadado) se pueden presentar con comentarios ‘neutros’ o aparentemente inocentes. Incluso, en ocasiones, comentarios ofensivos pueden ser emitidos con voz sincera y preocupada. Tonos de voz sarcásticos pueden ser negados, normalmente afirmando que se ha entendido mal (e.g. “No entiendo. ¿Que yo dije X?” “No quería insinuar nada de eso” “¿Cómo puedes pensar que …?” “Te lo estás imaginando”). Se produce por lo tanto un desajuste entre lo que se dice y lo que se expresa. También la burla, es decir el deseo de poner en ridículo a la otra persona, y el desprecio que esta actitud implica, están presentes.

Como la literalidad del enunciado no permite a la persona atacada encontrar el sentido del mensaje, llegará a la conclusión de que, dadas las circunstancias, debe de haber otra explicación. El mensaje paradójico siembra la duda, y desquicia a la víctima.

Y como este tipo de persona acosadora gusta de la controversia, detrás de las agresiones verbales burlescas y de su cinismo está el afán de obligar a la persona acosada a defenderse, sabiendo de antemano que la tiene en sus redes. Así podrá burlarse tanto de sus convicciones, de sus ideas y creencias, como de sus gustos e inclinaciones personales, haciendo hincapié en sus puntos débiles, que, por supuesto, conoce bien. Realizará alusiones desagradables que no llegará a aclarar nunca, y pondrá en tela de juicio las capacidades de la persona atacada.

La finalidad de toda esta estrategia es la de mantener el dominio de la situación, la posición dominante y la del control de los sentimientos y de los comportamientos de la persona objeto del acoso verbal.

Una vez que cae en la trampa y muestra exasperación ya tiene motivos para atacar. Una técnica más de desestabilización al servicio del derribo de la autoestima. La víctima se agota buscando soluciones a estos enigmas, y es presa de la angustia.

La persona acosadora siempre niega la veracidad de los actos verbales que le son reprochados (descalificaciones, críticas negativas, etc.), y, por lo tanto, niega la existencia del conflicto. Con este sencillo mecanismo, la víctima queda paralizada, puesto que si hubiera conflicto abierto, se prestaría al diálogo reparador. Pero de lo que se trata es de no aceptar la versión de los hechos, de no aceptar la realidad.

-Otra técnica utilizada es la que podíamos denominar “Lo digo por tu bien, con la cual la persona atacante se permite críticas demoledoras, por ejemplo acerca de la apariencia o del comportamiento de su presa.

-Otro mecanismo utilizado en este derribo es argüir que se trata de una broma, con lo cual, si la persona atacada se molesta, se dispone de otro argumento más para atacarla, puesto que carece de ‘sentido del humor’, se le puede acusar de ser demasiado susceptible y de exaltarse en exceso (e.g. “No tienes sentido del humor”, “Todo te lo tomas a la tremenda”, “Qué mal carácter tienes”, “Cree el ladrón …”)

-Las comparaciones con terceras personas suelen estar presentes, no siempre de manera explícita, y serán utilizadas para descalificar y rebajar a la otra persona (e.g. ¿Has visto a X lo bien que ha hecho X?”).

-Los comentarios cortantes son un medio infalible e implacable para dejar sin posibilidad de respuesta a la otra persona (e.g. “No hay nada de qué hablar”, “Olvídalo”, “Ya he escuchado suficiente”, “Se acabó”).

-Las palabras de la persona sometida a este tipo de tormento son alteradas, distorsionando el significado (e.g “De modo que lo que quieres es X” “En el fondo lo que has querido decir es X”).

-Se utilizan técnicas de desestabilización emocional: insinuaciones, alusiones malintencionadas, mentiras y humillaciones de toda índole, sin que el entorno llegue a percatarse de la situación. Y se evita la posibilidad de cualquier conflicto interior puesto que para su propio beneficio descarga en la persona abusada la responsabilidad de lo que no funciona adecuadamente.

A pesar de que las técnicas manipuladoras y destructoras de la relación perversa tienen muchos medios de expresión (la gestualidad y el hieratismo son mecanismos frecuentemente empleados), este tipo de abuso de poder utiliza la palabra como arma privilegiada.

Los efectos emocionales de la persona que se encuentra sometida a este tipo de tortura psicológica y emocional son, sobre todo, confusión y desorientación.

En efecto, los continuos ataques sibilinos contra la autoestima, por medio de mecanismos verbales y paraverbales, dejan a la persona perturbada y desconcertada, al tiempo que la aíslan en una reiterada elucubración sobre los motivos de los ataques. La inseguridad se torna cada vez más frecuente, lo que propicia la vulnerabilidad. Es la espiral de la aniquilación de la autoestima. El pensamiento de cuándo y por qué será el próximo ataque se vuelve obsesivo, y la necesidad de escapar a esta obsesión produce comportamientos compulsivos (e.g. trabajo hasta la extenuación). El ser atropellado se torna entonces impaciente, intransigente, crítico e, incluso, rudo e hiriente. El ser atropellador ya tiene más motivos para perpetrar sus ataques.

Este estado prolongado de estrés emocional socava el equilibrio físico y mental, y llega incluso a deteriorar el sistema inmunológico, cardiovascular, endocrino, digestivo, respiratorio, nervioso y muscular. El desequilibrio emocional se cobra una factura en la salud de la persona, que tardará largo tiempo en liquidar. La persona acosada se cosifica a fuego lento, llegando a ser un alter ego de la persona acosadora. El proceso no se realiza de manera súbita, la estrategia perversa no consiste en la destrucción inmediata, antes bien se realiza de manera sutil y gradual: lo importante es mantener a la otra persona a disposición. Es más, si la víctima es demasiado dócil, el juego no resulta excitante.

Ante los abusos a los que nos hemos referido más arriba (e.g. críticas explícitas o implícitas), las reacciones pueden variar desde los actos verbales de disculpa a los mecanismos de argumentación. Pero la persona abusadora sólo consigue con ello situar a su víctima a la defensiva, y ese estado de alteración defensivo va a facilitarle, con toda seguridad, el camino para sus próximos ataques. La confusión y el debilitamiento de la víctima la hace más manejable. Ello no quiere decir que la víctima del abuso no sea una persona inteligente y asertiva, pero en otras áreas de la vida y con otras personas. La frustración o la cólera se suelen originar en la dificultad experimentada para expresarse con eficacia, para transmitir el mensaje deseado, para hacerse comprender.

Desgraciadamente, el entorno no aprecia el proceso de dominio que se va ejerciendo de manera paulatina; por este motivo se inicia la dramática situación que padecerá la persona abusada: el aislamiento, puesto que la víctima queda acorralada en su posición de defensiva, que le conduce a iniciar comportamientos extraños, alterados, obsesivos. Y el entorno la juzga negativamente.

La única salida es la autoaceptación incondicional: reunir las partes de la propia personalidad dispersas, y construir una individualización.

Las emociones que la persona sometida al abuso verbal experimenta no son producidas por el acto verbal en sí mismo, sino por la representación que esa persona se hace de ese acto verbal.

Nadie puede conseguir que un ser humano experimente un sentimiento sin su propio consentimiento.

Ahora bien, ¿cómo denunciar el maltrato psicológico?

Si lo que se busca es una prueba para demostrar el maltrato psicológico se necesita un informe pericial psicológico[3], un documento realizado por psicólogos especializados, que analiza de qué manera ha afectado la situación a nivel psicológico. Los medios probatorios pueden ser documentales (como denuncias), testificales (como testigos) o periciales (como informes de expertos o peritos).

Es fundamental, aunque sea difícil, conseguir testimonios de testigos. Difícil cuando el tipo de acoso es como el descrito en este artículo, puesto que los ataques son velados, pero no imposible. Las personas que rodean a la víctima suelen terminar por darse cuenta de las estrategias utilizadas por la persona acosadora. Y con un informe pericial se pueden demostrar los hechos y se refuerza el rigor del caso.

Los peritos psicólogos están capacitados para evaluar la situación y ayudar a demostrar ante un juez los abusos sufridos. Durante su trabajo se analizan situaciones como[4] problemas de salud (ataques de ansiedad), problemas mentales (falta de autoestima, sensación de vulnerabilidad), situación de la víctima tras los abusos.

El Ministerio de Igualdad dispone del número 016 para prestar información y asesorar en relación a temas de violencia de género. Este tipo de llamadas no queda registrada ni almacenada en el teléfono, esto es un punto clave para que la pareja no sospeche nada.

Tras informarse de los pasos que debe seguir será esencial presentar una denuncia para emprender acciones judiciales.

Las actitudes vejatorias y las humillaciones contra la otra parte de la pareja son condenadas por la justicia. La Ley (LO 1/2004) sobre Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género establece que debe ser condenada:

  • Toda violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quiénes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia.
  • Esta violencia comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.

El Código Civil ampara a las personas que sufren maltrato psicológico y dispone de ayudas para aquellas que hayan sufridos daños y secuelas. La Ley 5/2001, de 17 de mayo, de Prevención de Malos Tratos y de Protección a las Mujeres Maltratadas establece en los artículos 17 y 18 que:

  • Las mujeres víctimas de violencia que sufran lesiones, tengan secuelas o daños psíquicos graves tendrán derecho a percibir una subvención económica del Gobierno regional en las condiciones y cuantía que se determinen por Decreto.
  • Las mujeres víctimas de violencia doméstica tendrán derecho a asistencia psicológica gratuita.

Es urgente la sensibilización y la educación en el respeto a los derechos humanos. Y el convencimiento de que toda persona tiene derecho a que se la respete. Si no se actúa para prevenir el maltrato, una vez dentro de él puede pasar mucho tiempo hasta conseguir escapar. La dependencia económica, social y sentimental tiene un peso inmenso en la perpetuación del acoso.

“Hace falta formación a todos los niveles para prevenir el maltrato institucional de las víctimas en ámbitos policiales y judiciales. Y hace falta concienciación social, un objetivo fundamental en el que los medios de comunicación podrían jugar un papel clave.[5]” 

Imagen de Succo en Pixabay

EQUIPO DE COMUNICACIÓN AMNISTÍA INTERNACIONAL COMUNIDAD VALENCIANA

A.Emma Sopeña Balordi

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[1] https://legalconsultors.es/asesinato-psiquico-adultos-riesgo/

[2] https://blogs.es.amnesty.org/comunidad-valenciana/2023/04/22/la-trata-la-forma-mas-terrible-de-violencia-sexual/

[3] https://www.psicolegalmente.es/peritaje-psicologico/

[4] https://peritojudicial.com/demostrar-maltrato-psicologico-pareja/

[5] https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/espana/violencia-contra-las-mujeres/

https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/blog/historia/articulo/violencia-de-genero/