¿Sólo los asesinatos son violencia de género?
Si nos atenemos a las cifras, sorprende ver que de los 18 asesinatos de mujeres cometidos por sus parejas o exparejas en el 2020 (datos oficiales) “sólo” 2 se han cometido durante el confinamiento. Una lectura superficial de los datos podría hacernos creer que este aislamiento social ha suavizado la situación e incluso, ha detenido la violencia de género.
Autora: María Seco, equipo de Relaciones Institucionales de Amnistía Internacional Madrid
Nada más lejos de la realidad. Si nos adentramos un poco más en la estructura de esta violencia, sabemos que los asesinatos son la punta del iceberg de una situación que esconde un sinfín de comportamientos que destruyen a la mujer, desde el más aparentemente insignificante comentario humillante, hasta verdaderos actos de tortura que producen en las víctimas un daño irreparable. La violencia que ejercen algunos hombres contra sus parejas es un instrumento de control que aumenta de intensidad a medida que la víctima no cede ante él.
Este aumento produce una espiral de violencia constante y cada vez más intensa a medida que la víctima quiere apartarse de su agresor. En situaciones de normalidad, las mujeres víctimas que han conseguido visibilizar la realidad en la que viven, van tomando decisiones que las hace asumir más poder y, por tanto, más autonomía y libertad. Esto las hace asumir más riesgos, uno de los cuales es el que su agresor las asesine para cortar o cercenar completamente esta autonomía.
Sin embargo, si las mujeres ceden a ese control y se muestran sumisas porque consideran que no pueden escapar de esa situación, la espiral de violencia se detiene. Al agresor no le hace falta incrementar la violencia, bastará con la intensidad ejercida hasta ese momento para conseguir su objetivo: la sumisión de la mujer.
Violencia de género durante el confinamiento
En la situación actual en la que nos encontramos, las mujeres que conviven con su agresor saben que ahora nada pueden hacer por librarse de su agresor: no pueden empezar una vida independiente, ni buscar trabajo, ni acudir a terapia, ni relacionarse con otras mujeres, ni gran cantidad de acciones que para cualquier persona forman parte de su cotidianidad pero que para ellas son impensables.
Por lo tanto, no asumen ningún comportamiento que las ponga en riesgo y se doblegan a la voluntad del agresor, cediendo al control de éste. Depende del nivel de agresividad al que hubieran llegado antes del confinamiento, así será su pesadilla diaria.
¿Te imaginas volver del trabajo y que tu marido te pregunte que con cuantos de tus clientes te has acostado hoy? ¿Te imaginas que tu pareja esté presente en las video reuniones con tus compañeros para ver cómo te comportas? No hace falta que lo imagines, esto ya está ocurriendo.